24 ago 2008

Los movimientos indígenas en el centro anticapitalista que es América Latina

Rómulo Pardo Silva en Rebelión

A los avanzados de Bolivia y Ecuador les siguen esfuerzos valerosos en México, Perú, Chile, Paraguay y Centroamérica. Para los progresistas es una esperanza y para los poderosos del sistema una amenaza.

En una situación de debilidad sindical, de partidos de izquierda confundidos sin respaldo, la cultura indígena es el espacio con organización y fuerza para oponerse al capitalismo.

La burguesía advertida se moviliza. En alguna medida dispone acciones de mitigación de los abusos, construye caminos, instala consultorios, pone escuelas, da becas de estudio, facilita la incorporación a la propiedad privada y el mercado, todo como parte del ordenamiento que debe conservar. Si su debilitamiento es mayor se rebela buscando el golpe de estado o recurre a la represión de policías, jueces, paramilitares, sicarios. Sus medios de propaganda en ambos casos presentan los hechos dentro del marco de legitimidad que le viene de la conquista española.

Las agrupaciones en su camino de emancipación rompen con el sistema ideológico y jurídico establecido pasando sobre sus límites; crean sus afirmaciones por sí mismas desde sus muertes, pobreza y discriminación sufridas por siglos. Del recuerdo del tiempo en que fueron dueños libres.

No todos los movimientos buscan lo mismo, unos la devolución de tierras, otros el gobierno nacional, algunos una autonomía de bandera propia.

Lo trascendente es que los indígenas desde su fuerza y exigencias propias entiendan que ante todo son pobres, explotados por el capitalismo igual que los campesinos, obreros, empleados, pobladores, incluso profesionales, que no se reconocen indios. El cambio de sociedad para todos necesita que se abran puentes amplios de comunicación y unidad.

El futuro amenaza, las fuerzas progresistas deben fundar un sistema nuevo contrario al mercantilismo.

Bienvenido donde se dé un liderazgo de los movimientos indígenas que no se aísle.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.