26 mar 2008

Sobre la Agresión a los Emos

Machetearte

Por Alfredo Velarde

Antropológicamente vista la cosa, hablar de contracultura , remite de forma inmediata -como si de un reflejo invertido se tratara- a una muy otra cultura : la de la resistencia . Y esta resistencia es poliédrica . Tiene muchas formas y asume modalidades distintas, en cada tiempo y lugar. La contracultura , por eso, es también una cultura . Pero una cultura distinta y opositora , cuyos resortes que la impelen se sustentan no ya en validar un trivial poder erigido en absoluto sobre nosotros y extraño a nosotros mismos, sino detonando una cultura en oposición y a favor de una disidencia existencial que es culturalmente alternativa y pletóricamente liberadora frente a lo impuesto.

Pero, ¿resistencia a qué? preguntarán los ingenuos adultos gobernantes que siguen pensando que la juventud es algo que se cura con el tiempo. Resistencia a lo establecido en diversos planos, hay que decirlo. A una realidad hostil , como polaridad que niega lo diferente e ínter sustentante que arroja al lado opuesto, desde donde se lo mira, a un “alguien distinto” por su facha o que se lo estigmatiza para discriminarlo. Resistencia al poder ajeno, en suma, que constriñe en formas por demás opresivas a quienes no son considerados “normales”, como los “demás” , según cánones predispuestos por la cultura de la imbecilidad instituida para la sumisión al caos que nos domina a todos .

Por eso, la contracultura se opone al establishment . A lo instituido que responde a los mecanismos de validación de un poder externo y extraño a los jóvenes, pero que se les impone bajo diversas formas coactivas para disciplinarlos y que detonan su reacción en sentido contrario a él, sin importar edades u orientaciones. Si una “cultura” como la oficial instituida, se crea y recrea para que creamos, sintamos o pensemos bajo los valores que auspicia ese mismo y disfuncional poder enajenante capitalista, la contracultura se desmarca, entonces de ese mismo poder; lo cuestiona y combate a favor de una cultura genuina, diversa y distinta, y de la cual, surgida desde el abajo-social, germina un pensamiento y su praxis correspondientemente contestataria capaz de edificar una contracultura pletórica de significados y nuevos códigos identitarios para los disidentes.

Tontamente, por eso, asustan tanto los emos hoy, los darks ayer y los punks anteayer. Como los hippies de la generación de nuestros padres, o los pachuchos en el tiempo de nuestros abuelos. Cambian las épocas , pero se mantiene el prejuicio reaccionario a lo distinto , a la gana de ser diferente que es, acaso, la única franja de autonomía que permanece. Lo aberrante, en todo caso, es que se los persiga y agreda tratando de enfrentar a jóvenes con jóvenes que comparten el mismo lugar desde donde se los enjuicia y defenestra, a todos por igual, a favor de las “buenas costumbres” . Por eso, no es sino el principio de autoridad disciplinario, que proviene del Estado y sus instituciones, el principal interesado en confrontarlos, cuando, en tanto jóvenes, todos sin excepción, son considerados sospechosos precisamente de ser jóvenes, pues el poder sabe que, ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción casi biológica.

Partiendo de esa delimitación que ensayamos a propósito de la contracultura, podemos afirmar que si lo señalado vale para el conjunto de las expresiones disidentes, constrasistémicas y altermundistas (de los movimientos obreros a los indígenas; de la lucha ecologista a los movimientos afirmativos por los derechos humanos, como el feminismo), esto vale también para los movimientos juveniles contraculturales que resisten y luchan a favor de una identidad auténtica que el sistema les niega y pretende conculcarles en forma por demás rotunda. Pero los jóvenes no son tontos y sí naturalmente rebeldes, creativos y radicales cuando saben zafarse de los complejos mecanismos de control disciplinario que les pretende imponer el Estado, sus torpes e insensibles gobiernos, la partidocracia anodina y los políticos profesionales gerontócratas que no los entienden y acostumbran a mirarlos con desconfianza. Como la propia sociedad adulta y el patriarcado sexual-familiar, que los vigila y castiga cuando resisten.

De manera que los movimientos juveniles y su contracultura es amplia y tan diversa como el rico arco iris mismo de sus aspiraciones liberadoras y el afán autonómico que singulariza sus pretensiones por edificar sus identidades propias y ciertas que el sistema desconoce, y pretende negar bajo ominosos propósitos domesticadores, valiéndose para ello de la represión y sus perros de presa . De ahí que si la cultura oficiosa impuesta, trata de hacer propender a los siempre incómodos y rebeldes jóvenes contestatarios, para, por ejemplo, que adopten los modos estandarizados y despersonalizantes (con la moda snob, la música chatarra y el más insulso y trivial de los consumismos), los movimientos juveniles responden desde la contracultura, creando y recreando desde su rica marginalidad, el rock, el movimiento estudiantil, las tribus urbanas.

De los pachuchos a los malandros, de los punks a los góticos, de los emos a los darks, de los patinetos a los hiphoperos y skatos , pasando por los rastras , el surf y tantos otros alineamientos identitarios que encuentran en la música, por ejemplo, un lugar soberano e identitario de reconocimiento e identificación.

Así fue por cierto ya antes, y no tiene por qué sorprender a nadie, desde la traducción fundamentalmente anglosajona e inspirada por la flower generation hippie aquí, al hipiteca neo-azteca que, si no tuvo su Woodstock , sí su Avandaro . De hecho, desde entonces, el rock se convierte en un cardinal espacio interpelador, sumamente importante de la identidad juvenil urbana que es rebelde y disiente con todo aquello que se les ha impuesto. Y por eso, hay que repudiar la violencia contra los emos , porque, en parte, se trata de la misma violencia, aparentemente por motivos diferentes, que el poder también emplea contra nosotros mismos.
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Los anarquistas llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, ese mundo esta creciendo en este instante -Durruti-