21 may 2008

Cinco detenid@s en Nuevo León

Nuevo León: exigen la libertad inmediata de l@s detenid@s en la colonia Nueva Castilla

Al pueblo de México:

A adherentes de la Otra Campaña

A adherentes a la Zezta internacional:

Exigimos la libertad inmediata de l@s pres@s de la Colonia Nueva Castilla, Escobedo, Nuevo León, detenidos injustamente el 16 de mayo de 2008 por elementos de la Policía Estatal, bajo las órdenes del gobernador priísta y cacique Natividad González Parás. Y denunciamos al mal gobierno entero por el despojo y represión que sufrieron los colon@s ahora pres@s y l@s que ya salieron libres.

Compañer@s actualmente pres@s:

Juan Balderas (abogado de colon@s)

Gerardo Armendáriz (adherentes a la Otra Campaña)

Josué Obed (poblador de Nueva Castilla)

Alicia Gutiérrez (ejidataria y activista)

Gabriela Bautista (pobladora de Nueva Castilla)

El delito que se les imputa es despojo de inmueble. L@s compañer@s luchan por defender sus terrenos los cuales les pertenecen legalmente, así afirma un contrato de compra-venta de 1967.

El mal gobierno del estado, por medio del Instituto Estatal del Fondo de la Vivienda, tiene como objetivo despojar a l@s colon@s de sus tierras y ofrecerlas al banco ScotiaBank-Inverlat y a las contructoras Maiz Mier y Marfil Maple (los dueños son familiares del gobernador y es la misma constructora que está asesinando La Huasteca) para llevar a cabo un proyecto urbanístico-industrial.

Hacemos un llamado de Solidaridad a demás adherentes de la Otra Campaña en Nuevo León, de México y el mundo y al pueblo entero para exigir la libertad de l@s pres@s de Nueva Castilla

¡SI TOCAN A UN@ TOCAN A TOD@S!

¡ALTO AL DESPOJO DE NUESTRAS TIERRAS!

¡ALTO A LA REPRESIÓN!

Atentamente: Colectivo Librado Rivera, Celedonio Cruz Méndez, Candelaria Cortés Monroy, Andrés Mendoza, José López Flores, Zayra Rosales Hernández, Carlos Peña Hernández, José Fernando Martínez Gutiérrez, Pedro Martínez, Alfredo Rodríguez Torres, Armando Aguirre, Biblioteca Popular Vieviendo la Utopía, Julio Vértiz Espinoza, Liliana Galaviz López, Rafael Castañeda Torres, Equipo de Apoyo a la Casa del Dr Margil A.C., Juana Má. (colona), Ma Guadalupe Castro (colona), Marcial Avendaño O. (colono).
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

Felícitas y Teresa eran periodistas, explican al Subprocurador

Por Guadalupe Gómez Q.

México DF, 21 mayo 08 (CIMAC).- Ante las “dudas” de Juan de Dios Castro Lozano, subprocurador de Derechos Humanos, Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad de la Procuraduría General de la República (PGR), sobre el trabajo que ejercían Felícitas Martínez y Teresa Bautista, periodistas triquis asesinadas el pasado 7 de abril, el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo (CCPNP), hizo ayer al funcionario algunas consideraciones sobre la razón por la cual les otorgaron post mortem ese reconocimiento.

De igual forma, comparte al funcionario información recabada por personal operativo del CCPNP que, espera, “coadyuve a continuar con las pesquisas pertinentes hasta aclarar cuál fue el móvil y quiénes los autores materiales e intelectuales del asesinato de Felícitas Martínez y Teresa Bautista”, integrantes de la estación radiofónica La Voz que rompe el silencio.

Sobre la labor de las periodistas, el Consejo explica al funcionario que luego de revisar 5 mil trabajos provenientes de toda la República Mexicana, el pasado 22 de abril el Jurado del Premio Nacional de Periodismo encontró en el trabajo de información comunitaria desarrollado por Teresa y Felicitas una singular aportación periodística encaminada a prestar servicios a las poblaciones indígena, en situaciones límite de adversidad, que las llevaron a la muerte en abril de 2008, cuando emprendían un nuevo proyecto de servicio a través de la radio.

El Jurado del Premio Nacional, integrado por Clara Jusidman, Elvira Hernández, Enrique Tamés, Federico Fasano, Gerardo Galarza, Ricardo Alemán, Jorge Volpi, José Carreño, José Luis Perujo, Javier Garza, Carlos Loret de Mola y Roberta Garza, bajo la presidencia de Adela Navarro Bello, acordó por tanto otorgar a las comunicadoras asesinadas dicho Premio en la categoría de Orientación y Servicio a la Sociedad.

De igual forma, el CCPNP retoma algunas líneas del discurso del presidente de su Consejo Directivo, doctor José Morales Orozco, leídas durante la entrega del premio y que intentan explicar también al funcionario la importancia del trabajo periodístico de las comunicadoras.

“El periodismo mexicano de calidad, dijo Morales Orozco, contribuye de manera decisiva a la construcción de una esfera pública, también de calidad, que nos une en la diversidad y en la libertad, a través de informaciones impresas, fotográficas, video-grabadas, o en línea, y a través también de opiniones y análisis editoriales, escritos o gráficos. Es decir, que en los trabajos que hoy son reconocidos, podemos encontrar una estupenda muestra de los mensajes clave del país: los que dan, por así decirlo, la cifra de nuestras tribulaciones, pero también la de nuestras esperanzas”.

Considero preciso detenerme unos instantes en un premio que nos conmueve e interpela, señaló Morales: el otorgado post mortem a Teresa Bautista Merino y a Felícitas Martínez Sánchez, por su singular aportación periodística, encaminada a servir a las poblaciones indígenas de la zona triqui de Oaxaca, que las llevó a la muerte el pasado mes de abril.

“Sé, agregó, que la memoria de Teresa y Felícitas permanecerá fecundando todo esfuerzo por construir una sociedad más justa e igualitaria para las comunidades indígenas de nuestro país; es decir, para todos nosotros. Ellas, de hecho, nos obligan a hacer aquí también una referencia a todos los periodistas asesinados en nuestro país en estos últimos años”.

Señala el CCPNP que leyeron con asombro las declaraciones del Subprocurador, publicadas en la página electrónica del diario La Jornada (http://www.jornada.unam.mx/texto/007n1pol.htm), acerca de que “sí fueron, y no tengo empacho en reconocerlo (las publicaciones periodísticas), un factor que nos hizo reflexionar”, (para atraer el caso, suponemos).

Lamentamos, señala el comunicado del Consejo que “sólo sea por la presión de los medios de comunicación que la autoridad encargada de investigar y aplicar la justicia en nuestro país actué en defensa de nuestros derechos humanos”.

TEORÍAS INFUNDADAS

Demandan también se realicen las investigaciones correspondientes y se agoten los recursos sobre las mismas antes de manifestar teorías sobre el móvil del asesinato, tan infundadas como su explicación de “que en el ataque en el cual perdieron la vida, las dos triquis no llevaban vestidos autóctonos, por lo que se “fortalece” la hipótesis del crimen “derivado de una confusión”.

Personal operativo del CCPNP, afirma el comunicado, así como varios medios de comunicación (periodistas) del país, hemos estado en el poblado de San Juan Copala y la señora Gregoria Agustina Martínez López, abuela de Felícitas, nos mostró el huipil con agujeros que se presumen fueron el resultados de las balas que dieron muerte a Felícitas.

Este huipil, detalla el texto, no fue retenido por las autoridades del Gobierno estatal para los análisis correspondientes, y en un acto de ignorancia (justificada en su totalidad) y bondad, la señora lo lavó y guardó como el único recuerdo de su amada nieta. Sin embargo, es claro que este vestido es pieza fundamental en el proceso de investigación.

MUJERES NO DEBEN SER SILENCIADAS

Por su parte, el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal (Inmujeres-DF) se unió al reconocimiento que hace el Premio Nacional de Periodismo 2007 a las comunicadoras triquis asesinadas, quienes integraban la radio comunitaria La Voz que rompe el silencio.

El Premio Nacional de Periodismo, que se otorga bajo las premisas de autonomía, independencia, imparcialidad, pluralidad y responsabilidad a las y los periodistas que sobresalen por su desempeño en el ejercicio cotidiano del derecho ciudadano a estar informado, señala Inmujeres-DF, viene a confirmar y reconocer la labor de las periodistas oaxaqueñas a favor de lo derechos de las mujeres y el resto de la población indígena.

Por ello, el organismo rechaza cualquier tipo de violencia en contra de las mujeres, exige el respeto a los derechos de las comunidades indígenas y la vigencia de las leyes que garantizan la libertad de expresión en nuestro país.

Reconoce también la labor de las periodistas triquis y de las radios comunitarias, “quienes con profesionalismo demostraron que su trabajo está comprometido con las causas justas de libertad, autonomía, ejercicio de los derechos de las mujeres y de las comunidades indígenas”.

Y expresa su solidaridad con la comunidad periodística, exigiendo una investigación que esclarezca el asesinato, que vulnera no sólo la libertad de expresión y el derecho a la información de las comunidades, sino también muestra la violencia que se comete en contra de las mujeres indígenas.

“Rechazamos, finaliza el comunicado, cualquier acción que limite la libertad de expresión y llamamos al Estado Mexicano a garantizar la seguridad de todas las comunicadoras, poniendo fin a las acciones intimidatorias en contra de las mujeres periodistas en todo el país”.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

Rechazan pueblos la hidroeléctrica Paso de Reina, en Oaxaca

México DF, 21 mayo 08 (CIMAC).- Nada tenemos que hablar o negociar con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), porque nuestras tierras y nuestros recursos naturales no están en venta, rechazamos el proyecto hidroeléctrico Paso de Reina, en Oaxaca, y llamamos al movimiento nacional e internacional contra las represas, así como a las organizaciones, ambientalistas y de derechos humanos, para sumarse a nuestro proceso de resistencia.

Estas fueron los acuerdos tomados por las y los ciudadanos afectados por el proyecto Paso de Reina, autoridades municipales, agrarias y organizaciones de la sociedad civil, luego de participar en el IV Foro por la Defensa del Agua el Territorio y el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, celebrado el 17 y 18 de mayo del 2008, en la cabecera municipal de San Pedro Tututepec, Oaxaca, de acuerdo con un comunicado de los organizadores.

En la reunión, que tuvo como fin analizar la problemática que enfrenta el agua, los recursos naturales y el territorio de los pueblos, las y los participantes, llamaron también a sumarse a las acciones que emprenderá el Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde, Oaxaca, para informar y movilizarse para la defensa de sus tierras, recursos naturales y derechos.

Denunciaron también que la CFE está haciendo visitas a las comunidades y con engaños tratan de convencer “a nuestra gente” para que acepten la construcción de la presa Paso de la Reina, con la promesa de la generación de fuentes de empleo, actividades productivas como la pesca, proyectos de ecoturismo, actividades industriales y de servicios.

Acompañados de diversas personas y organizaciones afectadas por las represas de La Parota, en el estado de Guerrero; El Cajón en Nayarit; El Zapotillo y Arcediano, en Jalisco; La Yesca y El Naranjo II en los estados de Jalisco, Nayarit y Colima, las y los afectados por el proyecto La Reina dijeron enfáticos “la tierra es nuestra madre, no tiene precio y no la negociamos”.

Exigieron también a la CFE el cese inmediato a la cadena de agresiones a sus derechos fundamentales como pueblos y comunidades indígenas, que están reconocidos en el Convenio 169, sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, de la Organización Internacional del Trabajo y en la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas, sobre Pueblos Indígenas.

Asimismo, la suspensión de todos los estudios que realiza en las comunidades afectadas y su salida inmediata de la región, el respeto absoluto a la autonomía y libre determinación de los pueblos, y respeto al rechazo que manifiestan en contra de la presa Paso de la Reina, así como el cese inmediato de todas las acciones de presiones y hostilidad que realiza la CFE para imponer su proyecto.

De igual forma, exigen a las autoridades la salida inmediata del Ejército Mexicano, de los pueblos y comunidades de la región.

PASO DE REINA

Contra el proyecto Paso de Reina se han manifestado como afectados autoridades y habitantes de las comunidades de Santiago Ixtayutla, San Lucas Atoyaquillo, Corral de Piedras, La Humedad, El Mosco, Tierra Blanca, Llano Escondido, Xiniyuva, Pueblo Viejo, Tataltepec de Valdez, Plan de Aire, El Zapotalito, San José del Progreso, El Ocote, San Pedro Tututepec.

Reunidos en el Foro, reafirmaron que el agua es un recurso natural patrimonio de todos y de todas, no le pertenece a nadie en particular porque es un derecho humano de las personas y de los pueblos. El agua, dijeron, es un elemento vital para la vida de las personas, de las plantas, de los animales y de la sobrevivencia misma del planeta.

Analizamos, dicen, que cada día el agua es un recurso más escaso y difícil de conseguir debido a la contaminación y sobreexplotación de los ríos, los arroyos, los manantiales, las lagunas, etcétera. Esta situación provoca que el agua se haya convertido en un líquido de los más codiciados y visto por las trasnacionales como una excelente mercancía para comercializarla, lo cual vislumbra un panorama de mayor exclusión social y pobreza extrema.

La comercialización de agua envasada, detallan las organizaciones y ciudadanía, es ejemplo claro del grande negocio de las empresas trasnacionales como la Coca-cola, Pepsicola, Nestlé y Danone, así como aquellas que están detrás de la CFE para la construcción de represas y la generación de energía eléctrica, a costa de sacrificar los derechos fundamentales de los pueblos.

El gobierno, lejos de proteger y garantizar nuestros derechos, consideran, se ha convertido en aliado de los organismos multilaterales y de los intereses de las empresas trasnacionales, para agredirnos y despojarnos de lo que legítimamente nos pertenece.

LA CFE

Según testimonios y experiencias que nos compartieron nuestros hermanos y hermanas afectadas por los proyectos de las represas, La Parota, El Cajón, El Zapotillo, Arcediano, La Yesca y El Ciruelo II, relatan las y los participantes en el Foro, nos permitieron constatar que la CFE es una institución que manipula y oferta promesas que nunca cumple.

Jamás ha informado los verdaderos impactos que conllevan los proyectos hidroeléctricos que construyen, aseguran, como son los desplazamientos forzosos, desintegración de la vida comunitaria y la cultura de los pueblos, la destrucción de la naturaleza, porque modificar la cuenca de un río provoca grandes impactos para la vida de las personas y para el ecosistema.

Las y los opositores a esos proyectos, continúa el comunicado, que se han atrevido a enfrentar las embestidas y agresiones de la Comisión Federal de Electricidad, han sido objeto de la represión de la fuerzas del Estado, encarcelando y asesinando a gente inocente.

Y afirman que no están dispuestos a tolerar este tipo de prácticas y agresiones, tampoco cederán ante las intimidaciones del Gobierno, porque “curiosamente el Ejército ha realizado incursiones y ha establecido campamentos temporales en comunidades que nos hemos manifestado abiertamente en contra del proyecto hidroeléctrico Paso de la Reina”.

Al Foro asistieron habitantes de Santiago Ixtayutla, San Lucas Atoyaquillo, Corral de Piedras, La Humedad, El Mosco, Tierra Blanca, Llano Escondido, Xiniyuva, Pueblo Viejo, Tataltepec de Valdez, Plan de Aire, El Zapotalito, San José del Progreso, El Ocote, San Pedro Tututepec, El Charquito, Santa Catarina Juquila, Guelatao de Juárez, Tatahuicapan Veracruz, Huajuapan de León, La Parota, El Cajón Nayarit, Zapotillo, Arcediano Jalisco, La Yesca y El Naranjo II.

También autoridades municipales y agrarias de Santiago Ixtayutla, San Lucas Atoyaquillo, El Mosco, Tierra Blanca, Xiniyuva, Llano Escondido y Pueblo Viejo. Así como el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa la Parota, Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos, Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos, Fundación Cuenca Lerma, Chapala, Santiago AC, Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde Kupurí AC, de Tepic Nayarit, CACTUS AC, Servicios para una Educación Alternativa, La Ventana AC, Centro de Derechos Humanos “Ñu´u Ji Kandii”, y la organización Franciscanas Misioneras de María. La Humedad, Santiago Ixtayutla.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

¿Es necesario el sindicalismo en el socialismo?, un artículo de Malime

No es cuestión de remontarse a detallar el origen del sindicalismo para poder establecer la propuesta de debate que en interrogante nos planteamos con este título. Damos por admitido el carácter revolucionario que el sindicalismo tuvo en su origen como respuesta de lucha económica y social contra el capitalismo, las represiones sufridas por aquellos dirigentes y las masas obreras que les secundaban. El sistema capitalista finalmente lo admitió como una necesidad legal y “democrática” de los trabajadores con la que poder ejercer sus reivindicaciones sociales, siempre que estas reivindicaciones no fueran más allá de ese limitado objetivo y no pusieran en cuestión al sistema de dominio político “democrático” capitalista. Incluso bajo la dictadura franquista, el Sindicato Vertical, de alguna forma admitía esos derechos de los trabajadores. Lo que la dictadura no podía admitir era la instrumentalización revolucionaria que de ese limitado derecho hicieron los trabajadores al organizarse y constituirse de forma paralela en el movimiento socio-político que fueron las Comisiones Obreras, finalmente tras la transición “democrática”, convertidas en un sindicato mas, rompedor de la unidad obrera.


Tampoco en la forma de dominio “democrática” del capitalismo se admite que se instrumentalice revolucionariamente el derecho sindical para intentar que los trabajadores, desde esa concepción política instrumentalizadora, se organicen como clase dominante que les conduzca finalmente al socialismo.


Pero entrando ya en el interrogante que nos plantea el título, ¿es necesario el sindicalismo en el socialismo? Muchos dirán que sí; ¡no nos confundamos!, gritarán algunos, el sindicalismo nada tiene que ver con la política, para eso ya están los partidos políticos de la clase trabajadora, PSOE, PCE, IU como las “grandes alternativas obreras” de carácter estatal. Dirán que no es labor de los sindicatos luchar por el socialismo, algunos dirán, que el sindicalismo existió en el llamado Socialismo Real y existe en el socialismo cubano.


Desde una interpretación filosófica idealista del mundo existencial, tiene su razón esa interpretación sobre el papel de los partidos y el de los sindicatos. Pero desde una interpretación materialista y dialéctica, donde se analiza la realidad material en todo su conjunto, es válido que el sindicalismo en el capitalismo “democrático” pueda ser instrumentalizado revolucionariamente como sucedió en la dictadura, en vez de cómo terminó, integrándose en el orden estatal capitalista, haber seguido actuando política y organizativamente hasta llegar a tal grado de organización y poder que, junto a los demás movimientos populares finalmente constituirse en clase dominante e implantar la forma de dominio socialista. El dominio de una clase social que es mayoritaria contra la minoritaria clase social burguesa. Es decir, pasar de la dictadura de la clase minoritaria burguesa y capitalista, a la dictadura democrática de la mayoría social que es la trabajadora y que es socialista por naturaleza objetiva cuando toma conciencia de esa cualidad necesaria.


Evidentemente, si esa alternativa popular unitaria de sindicatos y demás movimientos populares se constituyera en poder político-organizativo de los trabajadores, el sindicalismo perdería su carácter reivindicativo económico y social y ya no tendría sentido de ser en el socialismo; los trabajadores ya serian poder al tener una estructura estatal propia mucho más amplia y participativa que la estructura sindical heredada del capitalismo. Al tomar el poder político-productivo, controlarían los centros de producción y administrarían directamente las fábricas. Al controlarlas, como dijera Marx, serían el nuevo Estado de los trabajadores, organizados como clase dominante y sentirían la propiedad social como propia y colectiva porque la ejercerían directa y permanentemente. El poder estaría en ellos mismos porque existe una forma organizativa que lo permite. No como sucede en el mundo capitalista, donde la concepción del Estado se presenta como algo que está por encima de una sociedad dividida en clases antagónicas, donde a los trabajadores se les considera sociedad civil y a los gobernantes y aspirantes a gobernar como clase política.


Sólo una concepción idealista del Estado permite dividir al ser humano en clase política y sociedad civil. Cuando en el socialismo existe el sindicato, es porque ese socialismo es burocrático, los trabajadores no son dueños de los medios de producción, porque posibilita que una clase especial burocrática sea la que ostenta el poder y se confunda su pretendido democratismo popular permitiendo a los trabajadores organizarse en “su sindicato”, en una parte más del socialismo burocrático. Como sucede en el capitalismo, a los trabajadores la acción política sólo se les “permite” cada equis años, mediante el llamado sufragio universal, que voten a la clase política que se encarga de gobernarlos y mantenerlos sumisos. Un poder aparentemente oculto que ostenta el partido “dirigente”, desde el que disfrutan de ciertos privilegios que no tiene la sociedad civil trabajadora.


En el país de los soviets, los soviets obreros, (consejos obreros, en nuestro idioma) no existían, sólo existían de nombre, el poder lo tenía la clase política que se denominaba PCUS. En la constitución “soviética”, en su artículo 142 se reconocía el derecho a la revocación. Un derecho formal, que no se podía aplicar, como sucede en el capitalismo cuando en sus constituciones se admite, a través miles o millones de firmas populares, poder elevar la voz crítica del pueblo al Parlamento o al Gobierno.


El admitir como normal que en el socialismo burocrático se dé la necesidad de los trabajadores organizados en sindicato, de hecho es reconocer que no es un Estado socialista, es tanto como sumisamente admitir nuestra culpabilidad por el mundo que nos hacen vivir, por no saber instrumentalizar revolucionariamente la actual legalidad política y sindical para transformarla en realidad popular; así mismo, el culpabilizar al pueblo ruso por permitir el retorno desde el socialismo burocrático al capitalismo, a un burocratismo mucho más despiadado. Aunque, desde una visión idealista, sin dejar de admitir la responsabilidad personal de los máximos dirigentes políticos, se descarguen todas las culpas en esos dirigentes, sacudiéndonos las pulgas personales los que analizamos de forma simplista esos complejos problemas ideológicos y políticos. Es una manifestación de nuestra ignorancia sobre el complejo mundo material y espiritual que es el mundo de las ideas y el hacer político.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

Los profesores de Oaxaca de nuevo en las calles, mientras gobierno y voceros ladran

Pedro Echeverría V.
Rebelión

1. La sección 22 de profesores y la APPO, al iniciar el pasado lunes sus movilizaciones (que anuncian durarán 21 días) nuevamente nos han dado lecciones de cómo hacer las cosas. Van a ocupar nuevamente el Zócalo de la ciudad de Oaxaca como lo hicieron hace dos años, pero no estarán simplemente acampados. También, como en 2006, estarán activos realizando brigadas de información, bloqueando carreteras y ocupando los edificios que sean necesarios. Su lucha siempre ha sido justa puesto que su batalla contra los gobiernos (local y nacional) despóticos, que no quieren ver los problemas ni escuchar las quejas, representan los problemas más sentidos de la población: una educación popular y democrática, becas para los estudiantes, cursos de mejoramiento a los profesores, lucha contra el desempleo y la miseria de los padres de familia. Pero hoy los profesores exigen una convocatoria para elegir a sus dirigentes seccionales.

2. Hoy existen mejores condiciones para que los profesores y la APPO logren conquistar sus demandas, sin embargo deben tener mucho cuidado y deben encontrar la cobertura necesaria para cualquier revire. Desde hace dos años el gobernador Ulises Ruiz está enlodado en represiones y crímenes contra el pueblo de Oaxaca y sería difícil que el PRI y el PAN sigan arriesgando sus votos del próximo año. Sin embargo, por otro lado, siguen los amarres PRI/PAN por el voto en el legislativo por la privatización del petróleo, la electricidad y la ley del Trabajo. El peligro está en que pretendan acusar al movimiento de la APPO de estar coludido con las FARC y el EPR (tal como comienza a publicarse) dando la impresión que el gobierno ilegítimo de Calderón busca inaugurar la llamada Iniciativa Mérida que firmó con Bush en acciones contra la APPO. Parece que ahora hay una gran necesidad de coordinarse con otras organizaciones.

3. Hace dos años exactamente (mayo de 2006) se iniciaron las grandes luchas de los profesores y la APPO en Oaxaca. Se concentraron en el Zócalo de la ciudad y construyeron cientos de campamentos, realizaron decenas de masivas marchas, ocuparon algunas difusoras de radio y TV para usarlas en beneficio de la cultura del pueblo. Ganaron la simpatía de la ciudad, del estado y de muchos sectores de trabajadores del país. Inicialmente exigieron una serie de demandas educativas al gobernador del PRI Ulises Ruiz y semanas después el movimiento lo desconoció, exigiendo su renuncia por represor. El gobierno de Vicente Fox, luego el de Felipe Calderón ordenó al ejército (disfrazado de policía) invadir la ciudad de Oaxaca, reprimir, encarcelar y asesinar a muchos de sus dirigentes. En diciembre de 2006, con Calderón en el gobierno, se desmanteló la lucha de los profesores y la APPO.

4. En la campaña de calumnias que los empresarios y medios de información usaron contra el movimiento oaxaqueño, estuvieron estos argumentos: a) que los hoteles y los negocios comerciales en Oaxaca estaban perdiendo mucho dinero porque no llegaban los turistas; b) que millones de niños estaban perdiendo clases y c) que los de la APPO y quienes la apoyaban eran delincuentes y guerrilleros. La conclusión de quienes así pensaban siempre fue exigir la represión. No pudo ser de otra manera dado que los gobiernos del PAN y del PRI apuntalaron con todas sus fuerzas al gobernador Ruiz y la dirigencia nacional corrupta del SNTE, encabezada por Esther Gordillo, se puso al servicio del nuevo presidente. Así se unificó a la mayoría de la clase política y se puso en práctica la represión. Pero mientras los poderosos se preparaban, los sectores de izquierda concentraban sus fuerzas en la defensa del voto lopezobradorista.

5. Por esto último, por la división, por falta de pactos de apoyo entre las organizaciones, por carencia de solidaridad entre los movimientos populares, por el sectarismo que se manifiesta al sólo importar a cada quien “su” movimiento, etcétera; por todo ello las clases poderosas agarran siempre a los trabajadores cuidando su pequeño poder o su lucha particular mientras los destruyen uno a uno, separados. Mientras se siga actuando de esa manera nunca alcanzará o será suficiente la fuerza de los trabajadores para evitar represiones, para sacar a todos los presos políticos de la cárcel o para exigir que el gobierno cumpla demandas de los asalariados y que gobierne consultando u obedeciendo. Le quitan la Presidencia a AMLO por falta de unidad, descalabran el movimiento de la APPO por falta de unidad, mantienen aislado al EZLN por falta de unidad, encarcelan a los activistas de los movimientos por falta de unidad. Incluso lo de Aristegui, de Lidia Cacho, etcétera, fue por falta de unidad.

6. ¿Será tan difícil construir una coordinadora, con representantes de cada movimiento (hay más de 500 en el país), que sirva para avisar que se realizará una importante actividad que necesita el apoyo de todos o de sector alguno? No se requiere identidad de principios ideológicos ni tampoco un programa común. Basta con una serie de planteamientos generales y la planeación de estrategias de apoyo para que todos los movimientos logren muchas más posibilidades de triunfo, evitando incluso la represión. La discusión ideológica y los análisis de la realidad se darán paralelamente sin perjudicar los pactos de apoyo para derrotar a quienes agraden los intereses de la población. En los últimos días y semanas los simpatizantes de AMLO y los profesores de la APPO, por separado y al parecer sin el apoyo externo necesario, han logrado bloquear carreteras, aeropuertos y avenidas. ¿Otra vez van a luchar aislados?

7. Mientras la clase dominante, para debilitar a los trabajadores, busca dividir a los movimientos, éstos deben buscar unificarse. En tanto los empresarios y los medios de información buscan prohibir las huelgas de solidaridad o evitar que “gentes extrañas” intervengan apoyando las luchas de los trabajadores, éstos deben buscar apoyos externos solidarios para garantizar el triunfo de sus luchas. En adelante no debería iniciarse un movimiento si antes no garantiza otros apoyos, por eso es urgente que a nivel nacional y en cada estado o región se creen coordinadoras de unidad y lucha. Parece ser una tarea difícil por cierto caudillismo o por el protagonismo político, pero hay que hacer todo por crear coordinaciones. ¿Cuántos cientos o miles de marchas, mítines y plantones hemos realizado sin que nos hagan caso o sufriendo represiones? En adelante tendremos que asegurar que nos atenderán y que no tendrán la fuerza para reprimirnos.

8. El movimiento oaxaqueño fue salvajemente reprimido pero no fue desarticulado. Durante casi año y medio el movimiento se reconstruyó, a pesar de la brutal represión y encarcelamiento de activistas. La campaña de los medios de información contra la APPO debe ser frenada. Durante estos 21 días los movimientos de trabajadores y de izquierda deben vigilar y permanecer muy atentos acerca de lo que sucede, pero también enviar a Oaxaca delegaciones o comisiones de apoyo que fortalezcan esas luchas. El gobierno panista de Calderón no puede vivir sin el apoyo del PRI por eso la alianza entre ellos tiene que ser estrecha. El movimiento de Oaxaca debe continuar y ser apoyado pero hay que estar muy atento para evitar cualquier represión con el pretexto de que está ligado a grupos violentos. También por eso es importante ver en lo que terminará las entrevistas entre el EPR y el gobierno. Sus resultados serán importantes.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

El impacto del 68


Noam Chomsky
Chomsky.info

Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.


Mil novecientos sesenta y ocho fue un momento emocionante dentro de un movimiento mucho más extenso. A su vez, el 68 engendró en sí mismo un amplio espectro de movimientos. Sin el 68 no habría existido, por ejemplo, un movimiento de solidaridad internacional globalizado. Fue enorme en términos de derechos humanos, derechos étnicos y además como precursor de la conciencia sobre el medio ambiente.

Los «papeles del Pentágono» (las 7.000 páginas del informe secreto del gobierno de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam) son una prueba de esto: justo antes de la ofensiva del Tet, el mundo de los negocios se revolvió contra la guerra porque pensaba que era demasiado costosa y que el gobierno tenía el propósito –eso lo sabemos ahora- de enviar más soldados a la guerra, a pesar de que Lyndon B. Johnson había declarado que no enviaría más tropas a Vietnam.

Los papeles del Pentágono nos dicen que por miedo al creciente malestar de los ciudadanos, el gobierno se vio obligado a poner fin a la guerra. Además no estaba seguro de que pudiera disponer de suficientes tropas para enviar a Vietnam y al mismo tiempo para reprimir los disturbios en el frente doméstico.

Una de las reacciones más interesantes de las que sobrevinieron en 1968 fue la primera comunicación de la Comisión Trilateral (organización creada por Rockefeller compuesta de empresarios, banqueros, altos cargos de las administraciones políticas, ideólogos y teóricos de la nueva derecha y dirigentes sindicales de marcado tinte anticomunista, N.deT), que pensaba en «una crisis de la democracia» debido a la excesiva participación de las masas. En las postrimerías de los años 60 se suponía que las masas debían ser pasivas, no se escuchaban sus voces y no podían entrar en la escena pública. Cuando lo hicieron, el hecho se calificó de «exceso de democracia» y la gente temió que esas manifestaciones ejercieran demasiada presión sobre el sistema. El único que no expresó demasiado sus opiniones fue el grupo corporativo empresarial porque estaba implicado en las políticas aceptables.

La Comisión hizo un llamamiento a la moderación en la democracia y al retorno a la pasividad, señaló que «las instituciones encargadas del adoctrinamiento», como las escuelas y las iglesias, no estaban haciendo bien su trabajo y debían hacerlo de forma más agresiva.

El ala más reaccionaria fue más violenta ante los acontecimientos del 68. En aquel momento trataron de reprimir la democracia y en parte lo lograron, aunque no realmente, ya que el movimiento social de activistas creció. En 1968, por ejemplo, era inimaginable que se llegaría a crear, en 1980, un grupo de solidaridad internacional.

Actualmente, la democracia es incluso más fuerte que en 1968. Hay que recordar que al principio de la guerra de Vietnam no hubo oposición. La oposición se desarrolló, pero sólo seis años después, cuando John F. Kennedy atacó Vietnam del Sur y creció el número de víctimas. En cambio, en la guerra de Iraq, la oposición ha estado presente desde el principio, incluso antes de que se iniciara el primer ataque. La guerra de Iraq es el primer conflicto de la historia occidental en el que ha habido manifestaciones masivas contra una guerra incluso antes de que comenzara. También hay otras diferencias. En 1968, sólo se discutía la salida de Vietnam de forma marginal. Actualmente todos los candidatos a la presidencia se refieren a la retirada de Iraq como una posibilidad política real.

Actualmente también hay un mayor rechazo a la opresión del que había entonces. EEUU solía promover o apoyar rutinariamente los golpes de estado en América Latina. Pero la última vez que los estadounidenses apoyaron un golpe de Estado, en 2002 en Venezuela, tuvieron que dar marcha atrás rápidamente por la fuerte oposición pública. Sencillamente no pueden hacer las cosas que hacían antes.

Por eso pienso que el impacto del 68 ha sido duradero y, definitivamente, ha dado resultados positivos.

Original en inglés: http://www.chomsky.info/articles/20080508.htm
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

El largo y tardío 68 mexicano

La Haine-Manuel Aguilar Mora

El 2 de octubre de 1968 una cortina de balas y metralla represiva aplastó al movimiento de protesta estudiantil mexicano, dejando un saldo de 300 a 500 muertos

En el libro The Sixties in Pictures [Los sesentas en fotos] (Parragon Books, Bath, 2007), las fotos correspondientes al momento cúspide de la famosa década, el dramático y portentoso año de 1968 incluyen, entre otras, conocidas imágenes de la guerra de Vietnam, espectaculares instantáneas de los acontecimientos del mayo francés así como de la primavera de Praga y de su terrible epílogo, la invasión soviética a Checoslovaquia. No podían faltar los momentos terribles capturados para siempre de los dos líderes estadounidenses asesinados ese año Martin Luther King y Robert F. Kennedy. Hay también fotos de acontecimientos en México. Son de los Juegos Olímpicos realizados en la capital del país. Están las de los tres atletas negros que impusieron records: la de Bob Beamon con el salto más largo hasta entonces (a pesar -o debido- que la noche anterior había hecho el amor con su esposa) y ante todo la más famosa de los dos veloces corredores de 200 metros, Tommie Smith y John Carlos, quienes al recibir las medallas se hicieron mundialmente célebres levantando el puño del saludo del Partido de los Panteras Negras. Y a pesar de todo, el libro se queda corto al omitir de sus páginas otros acontecimientos tan importantes como los abajo mencionados.

Sólo unos días antes a esos Juegos Olímpicos en el centro histórico de esa misma ciudad de México, había tenido lugar un hecho mucho más relevante de la historia de ese año, al cual el libro no dedica ni un renglón. En efecto, se trata de la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 cuando con una cortina de balas y metralla represiva se aplastó al movimiento de protesta estudiantil mexicano, dejando un saldo que todavía hoy no se precisa (los cálculos que se hacen van de 300 hasta 500 muertos).

Y sin embargo, el movimiento estudiantil-popular mexicano, como se le definió desde muy pronto, fue una de las partes integrantes características de ese año luminoso y trágico a la vez que fue 1968.

La hora del México priísta

México en los años sesentas y setentas atravesaba por los años dorados del priismo triunfal. Fueron los años del largo “crecimiento económico con estabilidad”, de un auge del capitalismo mexicano que le daba un margen de maniobra relativamente importante ante el poderoso vecino, todavía dominado por las fórmulas keynesianas. Pero fueron también años en que la mano dura de los dos presidentes más represivos del PRI (Partido Revolucionario Institucional) Gustavo Díaz Ordaz y Luís Echeverría se impuso desde 1958, cuando el primero era el secretario de Gobernación y después en 1964 presidente de la República hasta 1970-76 cuando el segundo lo sucedió en dicho cargo.

Movimiento tras movimiento de los trabajadores ferrocarrileros, petroleros, telefonistas, telegrafistas, siderúrgicos, de la salud y de la educación fueron sistemática y cruelmente reprimidos durante esos largos años: muchos muertos (fue tristemente célebre el asesinato del líder campesino Rubén Jaramillo y su familia), las cárceles llenas de presos políticos, una feroz represión contra las manifestaciones de protesta, constante acoso y persecución de los líderes y activistas democráticos y revolucionarios, etc. Es en ese periodo que se insertó el movimiento estudiantil de 1968 y fue también dura, durísimamente reprimido por la intransigencia y el despotismo celebérrimos del presidente Díaz Ordaz.

México era el país de la “dictadura perfecta”, como famosamente definió Mario Vargas Llosa al PRI-gobierno. Cada seis años se realizaban las elecciones presidenciales y el nuevo presidente era el sucesor escogido por el presidente saliente: fue una sucesión perfecta que duró ochenta años. La oposición era una simple decoración y cuando no aceptaba serlo acababa en la cárcel o salvajemente reprimida, como en 1968. Todo parecía que el movimiento estudiantil de ese año correría la misma suerte que los anteriores movimientos reprimidos sin consecuencias. No fue así, por dos razones principales: una nacional y otra internacional.

La nacional se debió a la reacción política estudiantil y la internacional a la identificación del movimiento con la lucha de los jóvenes y los estudiantes de otros países contra el imperialismo y en general contra los despotismos gubernamentales.

La marca que dejo el movimiento estudiantil, fue mayor, más duradera y definió un antes y un después de la política mexicana. Desde un principio se definió como un movimiento político. Los estudiantes no salieron a la calle a exigir más becas, mejores docentes e instalaciones, o sea, no salieron a las calles a exigir demandas gremiales. Salieron a gritar y demandar ¡alto a la represión! y a exigir la democratización de México.

Dos procesos en marcha

El 26 de julio, fecha del inicio del movimiento dos procesos se combinaron en el medio estudiantil movilizado que produjo un auténtico “salto cualitativo”. La vanguardia política estudiantil festejaba ese año, como lo venía haciendo desde 1960, el triunfo de la revolución cubana con una manifestación que se organizaba en el sur de la ciudad. Pero los aires de ese día anunciaban cosas nuevas. Esa vanguardia era la misma que había forjado un movimiento contra la guerra de Vietnam, duramente reprimido en 1966 cuando los granaderos que protegían la Embajada de Estados Unidos arremetieron contra los protestantes. El mayo francés había sido seguido atentamente por sus miembros. En el medio de los “grupúsculos” estudiantiles crecía y se multiplicaba la crítica a los métodos burocráticos en general, no sólo estalinistas. Fermentaba en estos sectores el surgimiento de una nueva vanguardia revolucionaria, por primera vez en México independiente del tradicional Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue el factor que contribuyó a que el movimiento estudiantil mexicano se identificara con la causa democrática e internacionalista de los demás movimientos estudiantiles del mundo.

El otro proceso específicamente nacional fue el de la represión, salvaje, brutal con la que días antes a ese 26 de julio la policía de la ciudad sometió a los estudiantes de varios planteles del Instituto Politécnico Nacional (IPN), con motivo de un pleito callejero baladí entre estudiantes de diversos planteles. El IPN es la segunda institución más grande de educación superior después de la UNAM, las cuales se había convertido para ese entonces en “instituciones de masas”. (La UNAM contaba con más de 200 mil estudiantes y el IPN con más de 100 mil). Precisamente ese viernes 26 de julio los estudiantes politécnicos, furiosos por la escandalosa represión (los granaderos habían ingresado a las aulas y habían matraqueado incluso a maestros impartiendo cátedra) organizaron una nutrida manifestación con la intención de presentarse ante el Palacio Nacional a protestar ante el propio presidente de la República. Cientos, miles de granaderos y policías se lo impidieron.

Después de la Ofensiva del Tet vietnamita de febrero, de la primavera de Praga y del mayo francés, el 68 mexicano se inicio tardíamente cuando ya había transcurrido más de medio año. Pero del 26 de julio, fecha del inicio, al 2 de octubre, fecha de la masacre de Tlatelolco, transcurrieron 68 días que conmovieron y transformaron al país.

Un movimiento democrático e independiente

Ese viernes y el fin de semana que siguió fue el bautizo sangriento del movimiento. La represión que juntó a las dos marchas, la que venía del sur y la que venía del norte, ambas dirigidas hacia el centro de la ciudad, cobró los primeros muertos: nunca se ha sabido exactamente cuántos pero fueron varios los estudiantes caídos en esos días de furiosas batallas callejeras. Tuvo que intervenir el ejército que irrumpió, previo famoso bazukazo contra el portón, en el plantel de la Preparatoria Uno, donde se habían atrincherado algunos estudiantes.

Lo que siguió fue la mayor y espontánea movilización de juventud que se había visto en México. Jóvenes, no sólo estudiantes, desde los quince y dieciséis años hasta los universitarios veintiañeros, llenaron las calles de la ciudad de México con cinco gigantescas grandes manifestaciones centrales, decenas de mítines sectoriales y centenares de reuniones con brigadas propagandísticas que se expandieron por toda la ciudad y para fines de septiembre comenzaban a extenderse por los demás estados de la República.

La huelga estudiantil que estalló inmediatamente después de las jornadas represivas del 26 de julio y días posteriores, paralizó por completo a la UNAM, el IPN y a instituciones menores que se aliaron como la Escuela Normal Superior, la Universidad de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, El Colegio de México y otras.

Con dos delegados (a veces tres) de cada escuela o facultad en huelga desde los primeros días de agosto se constituyó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) cuya autoridad democráticamente conquistada jamás fue puesta en duda por ningún sector del heterogéneo movimiento. En los momentos más altos este organismo, un auténtico miniparlamento revolucionario, reunió más de 200 delegados.

El “pliego petitorio” que reivindicó el CNH, de hecho su programa, aparte de puntos menores sobre la destitución de policías y las indemnizaciones a las víctimas de la represión y a sus familiares, incluía dos puntos principales que constituían el eje político de su lucha democrática: libertad de los presos políticos y la derogación del artículo del Código Penal sobre la “disolución social” que era aplicado contra las actividades de oposición política al régimen.

Las corrientes políticas oficialistas (priístas, procristianas, etc.) fueron eliminadas inmediatamente del movimiento. Dentro del CNH no existían representaciones por organización política. De este modo, los sectores de oposición democrática y revolucionaria como el PCM, grupos revolucionarios de todo tipo (maoístas, trotskistas, guevaristas, etc.) buscaban que sus dirigentes fueran electos en las asambleas generales. De esta forma, en especial con los delegados de las facultades y escuelas superiores, se formaron las tendencias más importantes dentro del CNH. En general fueron dos: definidas más o menos libremente como la hegemónica y ampliamente mayoritaria (que agrupaba a los delegados de las escuelas más numerosas de la UNAM y el IPN), que buscaba el consenso unánime o por lo menos ampliamente mayoritario y la tendencia formada por los delegados de las facultades de Humanidades y ciencias sociales más a la izquierda. Fue en éstas donde surgió en el último periodo, días antes del 2 de octubre, la iniciativa de dotar al movimiento de un programa popular más amplio.

El desafío y la respuesta criminal

El movimiento estudiantil-popular mexicano duró más de dos meses. Cierto es que su dolorosísimo epílogo permeó finalmente su trayectoria histórica. No era para menos. En ese año de 1968 sólo en Vietnam, en plena guerra contra la ocupación del ejército de Estados Unidos, se derramó más sangre que en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

No obstante hay que remarcar que el movimiento fue un movimiento por la vida, por la libertad, por la democracia, por la confraternización social nacional e internacional. La juventud absolutamente mayoritaria de sus participantes determinó un aspecto lúdico que se pudo expresar en varias ocasiones, en particular en la fiesta nacional del 16 de septiembre realizada en el campus de la Ciudad Universitaria (CU) de San Ángel en la que la alegría y el espíritu festivo campearon libremente. Dos días después el ejército invadió el campus.

Este aspecto contradictorio es característico del movimiento. El tributo de sangre tan grande que el movimiento había ofrecido a su causa era ya impresionante antes del 2 de octubre, se contabilizaban ya en decenas de muertos. Este aspecto se explica por la profunda raigambre popular que adquirió desde el principio. Se trataba, se sentía, se consideraba que se participaba en unas auténticas jornadas de liberación y emancipación ciudadanas.

También esta es la razón última que explica la terrible represión del poder, represión que parece desmesurada, provocada por la patología enfermiza de un presidente cruel, rencoroso y con una mentalidad policíaca como era la de Díaz Ordaz.

No seremos quienes vamos a abogar por disminuir la criminal responsabilidad que tiene Díaz Ordaz como el jefe del aparato represivo. Sólo queremos enfatizar que, precisamente la larga duración del conflicto explica que la represión salvaje final del 2 de octubre realizada por cientos, tal vez miles, de soldados del ejército y elementos de las diversas policías del régimen, tuvo que ser muy pensada y reflexionada por los dirigentes del Estado, comenzando por Díaz Ordaz.

El régimen tenía asegurado el control de los grandes sindicatos, en Estados Unidos el presidente Johnson, amigo personal de Díaz Ordaz, lo que menos hubiera querido era un país en conflicto al sur de la frontera, la burguesía estaba firmemente al lado del régimen, el único partido importante después del PRI, el Partido de Acción Nacional (PAN) no apoyaba abiertamente a Díaz Ordaz, pero no hacía nada por evitar la represión, la actitud de abyección política del “socialista” Partido Popular Socialista (PPS), dirigido por el célebre estalinista Lombardo Toledano le cubría el flanco “izquierdo” al gobierno. La pregunta es evidente ¿por qué entonces la masacre de Tlatelolco contra un movimiento “meramente estudiantil” y, agregan otros, sólo “clasemediero”?

La explicación más socorrida es la proximidad de la Olimpiada cuya inauguración estaba programada para mediados de octubre. Ciertamente, este factor internacional pesó en la decisión del poder de aniquilar como fuera al movimiento. No se escamotearon los recursos de la represión para lograr que México pudiera ser el anfitrión deseable para los atletas de los Juegos Olímpicos. De hecho el 2 de octubre fue la culminación de un proceso de gran represión que se inició dos semanas antes con la invasión militar de la Ciudad Universitaria de San Ángel. Pero esa intervención militar no apaciguó al movimiento. La represión parecía impotente ante la reacción estudiantil. Después de la toma de la CU las batallas del Casco de Santo Tomás del Politécnico y de la Vocacional 7, que después de horas de lucha fueron ocupados por el ejército, mostraban que la combatividad estudiantil se agigantaba ante los golpes. Precisamente el 2 de octubre el CNH programaba una gran manifestación hacia el Casco de Santo Tomás que partiría de Tlatelolco para presionar la salida del ejército de dicho campus (después de que lo había hecho ya de la CU). A pesar que en el mitin del 2 de octubre desde su inicio se anunció que se cancelaba la manifestación programada para “evitar una provocación”, ese día había sido el escogido por el poder para desplegar la gran provocación que terminó con el movimiento.

Es evidente que el régimen no permitiría de ningún modo que el movimiento estudiantil pudiera aprovechar el gran espectáculo de los Juegos Olímpicos para su causa. Este factor fue importante para la toma de decisión que se hizo.

Pero en el trasfondo de los 68 días que duró el movimiento, el régimen siempre estuvo temeroso de que algo parecido a lo que había sucedido en Francia pasara en México. Es increíble, es cierto, pero así fue. Aunque el México priísta no se parecía prácticamente en nada a la Francia de De Gaulle, el fantasma de una unión de la rebelión estudiantil con las fuerzas de los proletarios rondó como una pesadilla desde el 26 de julio en la cabeza de los dirigentes estatales, de sus funcionarios, de sus plumíferos y del vasto aparato represivo que los sustentaba.

No estaban muy equivocados. En el CNH sectores de avanzada desde fines de agosto y muchos más en septiembre comenzaban a entender que era necesario que el movimiento se “desdoblara” hacia el pueblo. El estribillo “¡únete pueblo!” no era suficiente. En agosto comenzaron y en septiembre eran cada vez más frecuentes las numerosas comisiones de sindicatos, de corrientes sindicales democráticas e independientes e incluso de sectores campesinos que asistían a las reuniones del CNH. Se comenzaba a sentir que se necesitaba una nueva estrategia, un programa, un cambio de orientación. La cerrazón del poder lo exigía y la voluntad de triunfo lo justificaba. Precisamente el día de la invasión militar de la CU, la reunión del CNH tenía como uno de sus objetivos la discusión de un proyecto de programa titulado “Por la unión obrero-campesino-estudiantil” redactado por una comisión, cuyo representante fue detenido por los soldados y encarcelado en Lecumberri durante cuatro años.

La gran represión del movimiento estudiantil-popular de 1968 no impidió que el movimiento por democratizar a México se detuviera. Ciertamente sí lo retrasó. No se detuvo, siguió por caminos inauditos durante los siguientes cuarenta años. De hecho ese objetivo no se ha conseguido, estamos persiguiéndolo todavía.

Por eso es ya un lugar común admitir que el 68 mexicano representó un antes y un después de la historia del país. Que abrió el periodo histórico en el cual, en cierto modo, nos encontramos aún. Y a pesar de que pronto se cumplirán cuarenta años de esos 68 días del 26 de julio al 2 de octubre de 1968 que conmovieron y transformaron a esta nación, sus lecciones, sus ejemplos, su espíritu y su impulso están muy presentes en la jornadas que hoy definen la agenda de la lucha de los trabajadores y del pueblo mexicano por hacer de su país un México libre, democrático, soberano, igualitario e independiente.


México, DF, 15 de mayo de 2008

* Intelectual marxista, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Fue miembro del Comité de Lucha de la Facultad de Filosofía y Letras en el movimiento estudiantil de 1968. Fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y dirigente de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado) de 1976 a 1986. Entre sus numerosos libros sobre la historia política mexicana, destacamos: "La crisis de la izquierda en México" (Juan Pablos, 1978); "El bonapartismo mexicano" (Juan Pablos, dos tomos, 1982); "Crisis y esperanza" (Juan Pablos, 1984); "El escándalo del Estado. Una teoría del poder político en México" (Fontamara, 2000). Es colaborador de Correspondencia de Prensa - Agenda Radical, en México.

Correspondencia de Prensa. germain5@chasque.net
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.

Para una teoría de la violencia

Introducción

Antes de avanzar en una exposición más sistemática, quisiera proponer, en un diseño algo abrupto, algunas paradojas que me han retenido y que me parecen susceptibles de provocar la reflexión.

1. El objeto violencia posee una extensión infinita y una comprensión casi nula.
2. La violencia no es un hecho natural, sino un hecho cultural.
3. El final de la rarefacción no ha puesto fin a la violencia.
4. La condena unánime de la violencia no ha provocado su reducción.
5. Los diagnósticos críticos de la mundialización le son inadecuados.

Es necesario que partamos de una constatación evidente. El lugar ocupado hoy en día por la violencia, en realidad por las violencias, jamás ha sido tan importante. Ella aparece como la principal preocupación de la humanidad. Es vivida como una fatalidad que termina a la vez en una resignación al orden establecido y en la fascinación de un voyerismo de masa.

El objeto violencia

La violencia, en tanto que tal, es decir, en la generalidad que ofrece como noción que engloba múltiples formas, sólo ha devenido un objeto muy recientemente, así como lo destacaba Hannah Arendt hace algunas décadas.

Pero ¿qué es la violencia en tanto que tal? A su omnipresencia no le corresponde una definición. Su extensión es considerable y sin duda desafía cualquier censo: de las incivilidades a las masacres, de los garabatos al terrorismo, del crimen pasional a la tortura, de la pedofilia a la revolución. Y la expresión de violencia suave florece. La batida del término cuenta, en el espacio de algunos años, con una masa de libros, números especiales de revistas, encuentros, debates y otros coloquios, sin olvidar el exhibicionismo cotidiano de los medios de comunicación, escritos, hablados y visuales. Pero estos mismos que escriben, concuerdan, a menudo a disgusto, que no poseen definición, que no han conseguido, a pesar de sus trabajos, elaborar el denominador común de todas las formas de violencia. La fuerza o la potencia, evocadas tan a menudo, no cubren todo el campo cuando no lo dejan indeterminado.

Los historiadores, por ejemplo, acaban de reconocer recién en la masacre la dignidad de un objeto de pensamiento, con un volumen colectivo titulado Le massacre objet d’histoire (2005), que entiende hacer su parte sobre las manifestaciones de violencia colectiva que se han sucedido sin discontinuidad desde el neolítico hasta nuestra modernidad, con sus conflictos mundiales y sus genocidios. Ni la ONU ni los Estados Unidos pudieron, ni quisieron, en el caso de los segundos, producir una definición del terrorismo. Por lo demás, inversamente a lo que ocurre con la hipocondría, el anticiclón de los Açores o la Analítica Trascendental, la opinión más corriente, la mejor recibida, está convencida de saber lo que es la violencia y lo que hay que entender por esa palabra.

La conclusión es ruda para al filósofo. La extensión de la violencia es casi infinita y su comprensión casi nula. Hay una idea del pelo, decía Platón, existe un concepto de fruta, decía Marx, la violencia no tiene esa suerte.

Vienen luego un cierto número de consecuencias.

(1) La primera consistirá en preguntarse: ¿Qué implica tratar la violencia si todas las formas de violencia se ponen en el mismo saco? A lo que se responderá, debatiendo sobre la realidad de la extensión de la violencia hoy en día; examinando sus expresiones, sus campos, los sistemas, –mitológicos, religiosos, filosóficos, jurídicos o ficticios (literaturas, artes, cine)– que se ocupan de darle sentido; privilegiando tal o cual de sus aspectos, tal o cual de sus formas, singularmente la violencia abierta, delictiva, a causa de su mayor visibilidad. Nos costará mucho, en suma, asignarle alguna universalidad. Todo ocurre como si el objeto violencia fuera imposible de encontrar.

(2) Una universalidad específicamente notoria, que trae consigo una segunda consecuencia, la del juicio que decide que la violencia en general, ya sea cualquier violencia, debe ser rechazada en nombre de la evidencia de que toda violencia es intrínsecamente mala, por tanto condenable, se trate del niño que injuria a su maestra del serial killer, del ladrón de manzanas o del kamikaze palestino.

(3) La situación actual, de globalización o mundialización, o como se la quiera llamar, entrega una tercera. La centralidad del terrorismo, en tanto amenaza extrema e indiferenciada, en la medida en que se supone golpea en todas partes, parece haber desahuciado o borrado las antiguas distinciones de una violencia legítima y de una violencia ilegítima, de la guerra justa y de la guerra injusta, tan querida por San Agustín, y pervertido las nociones mismas de resistencia, cuando cualquier protagonista puede valerse de lo bien fundado de su propio recurso a la violencia. En este sentido, la caída del muro de Berlín, símbolo del fin de los países llamados “socialistas” unificó a todas las familias políticas en una misma reprobación de la violencia. En el mismo caso en que se admitirá el carácter justificado de una acción política violenta, también se condenarán sus caminos y sus efectos. Por una parte, se denunciará el recurso a la violencia.

Así como esos responsables comunistas, que, antes de cualquier declaración contestataria del poder del momento, protestan contra toda intención de su parte de preparar la Gran Noche o querer tomar el Palacio de invierno (el que prácticamente no ocasionó ninguna violencia); lo mismo con esos concejales de izquierda que llenan de consejos a los “destructores” de “barrios” (como se dice “territorios” para Palestina), incluso cuando los llamados destructores sólo cometen actos de destrucciones materiales. Por otra parte, se harán un deber de proclamar su voluntad para impedir los enfrentamientos. Así como la diplomacia que rehúsa, en nombre de la paz necesaria, distinguir entre los adversarios, reservando, con eso, una suerte análoga a víctimas y a verdugos (cf los Premios Nobel “de la Paz” atribuidos conjuntamente a De Klerck y a Mandela, a Pères y a Arafat). Un parlamentario noruego, Harald Nasvik fue uno de los que propuso que un Nóbel de la paz les fuera otorgado a Bush y Blair por su rol en “la guerra contra el terrorismo”.

¿Cómo no perder de vista entonces la frontera entre violencia privada y violencia pública, cuando ambas se ven golpeadas por las prohibiciones?

(4) Última lección: más que nunca la violencia depende del monopolio del Estado, aclaremos bien toda violencia, en virtud de la indistinción ya encontrada. El Estado dice el Derecho, incluso en materia de terrorismo, el que, por ese hecho, y según las circunstancias y los individuos concernidos, a veces no existe y a veces no es definido. Es en el consenso, o, en rigor, en el compromiso (entre asociados sociales bien entendido) y no en el conflicto que se presiden y gestionan las relaciones sociales. El mantenimiento de la paz, que va desde las parejas, gracias a los procedimientos de mediación entre cónyuges, hasta la tregua prudentemente bautizada “proceso de paz” entre beligerantes, pasa ante cualquier otra consideración, a tal punto que parece innegable que nadie pueda querer la violencia ni felicitarse del llamado a la fuerza. Por consiguiente, el ideal filosófico residiría en la no-violencia. No faltan, en nuestros días, los buenos espíritus para afirmar que la opción se situaría entre Ghandi y Lenin, o mejor aún, Ben Laden, como si se pudiera balacear entre concordia y antagonismo, suponiendo que tengamos opción.

Situaciones de violencia

Si no quedamos satisfechos con esta constatación, que nos abandona a la conciencia común, i.e. tiene una doxa, que hace correr, como toda doxa, el riesgo de entregarnos a alguna ideología, por tanto a una manipulación con finalidad política, hay que preguntarse lo que se sostiene, del punto de vista del sentido, detrás de la nebulosa y las confusiones de las formas de violencia. Debemos convenir entonces de una doble caracterización. (1) Toda violencia se deja ver en situación. Es el contexto que dispone de la violencia. La violencia es un producto coyuntural. (2) Violencia y sufrimiento parecen estar constantemente asociados. Una situación de violencia es una situación de sufrimiento. Ella responde a la ecuación Violencia / Sufrimiento / (contra)Violencia que, por regla general, se encuentra en todas las situaciones apreciadas como violentas.

Dos tesis tenemos aquí. La primera avanza que la violencia es originaria y se apoya en el presupuesto de la indistinción. La llegada al mundo del pequeño hombre es un acto donde se confunden violencia y sufrimiento y ninguna terapia de parto “sin dolor” cambiará nada a este hecho. En árabe, la boca, es la herida. Las figuras de este comienzo han sido diversas. La famosa máxima del homo homini lupus es una. Como para el contrato de Rousseau o la propiedad de Proudhon, ella debe su conversión en la de homo homini deus gracias a la mediación de la creación del Estado, necesario, si no a la armonía, al menos al esfuerzo de civilización, al interior de las sociedades. Los psicólogos han señalado que la agresividad era inherente a la “naturaleza” humana, -a pesar de la dificultad de definir los dos términos de agresividad y de naturaleza.

Otros pudieron hacer la hipótesis de la existencia de un gen de la violencia, autorizando a personajes políticos, más preocupados de la represión que de la ciencia, a imaginar una posible detección de la delincuencia desde la infancia. La versión originaria rejuveneció antropológicamente hace poco con René Girard, cuyo “deseo mimético”, deseo del deseo del otro, engendra por contagio la violencia en el grupo, el que sólo la conjura cuando recurre al “conejillo de indias” cuya ritualización descubre el origen “sacrificial” de toda sociedad. La Pasión de Cristo, que es el develamiento, sin embargo no ha logrado abolir ni tampoco frenar la violencia que por el contrario, adquiere en nuestros días una forma apocalíptica.

Una segunda tesis relativiza la violencia, precisamente en cuanto a su puesta en situación. El relato del Génesis informa que Caín, el eterno reprobado, sólo llega a matar a su hermano a través de su frustración por haber visto sus ofrendas de agricultor despreciadas por Yaveh, mientras que las de Abel, el pastor, eran acogidas con satisfacción. Sin embargo, el mismo Yaveh, embargado aparentemente por algunos remordimientos, prohíbe que Caín sea muerto a su vez y reserva a su descendencia un porvenir de prosperidad. Hugo lo toma en cuenta. A su famoso poema de “el ojo estaba en la tumba” responden versos donde pone en escena a Adán y Eva llorando sobre el género humano, “el padre, escribe, sobre Abel, la madre sobre Caín”. La espantosa Medea, la que cortó a su hermano en pedazos, y después degolló a sus hijos, sufre terriblemente.

Lo mismo que Job, el imprecador, los martirizados por su fe o también Titus, trágico entre los trágicos del teatro shakesperiano. Más trivialmente, destaquemos que existe un reconocimiento jurídico de la situación de violencia. Las “circunstancias atenuantes” relativizan el delito y reducen la pena, hasta borrarla, sobre todo en el caso, es cierto, de la concesión sexista del “crimen pasional”, cuando sin duda no hay violencia que merezca ese tipo de consideración, fuera de la demencia y las situaciones de guerra, de las que además se sabe que hacen del asesinato el colmo de una heroica bravura.

Además, nunca sociedad alguna ha dispuesto de un repertorio establecido de una vez por todas ni de definiciones unívocas de crímenes cometidos en su interior, como tampoco es posible encontrar alguna normatividad que se extienda a todos los grupos humanos. “La verdad más allá de los Pirineos…”, bien, pero lo relativo no solamente es de orden espacial, el tiempo también lo es. Foucault mostró perfectamente en su Vigilar y castigar hasta qué punto toda legalidad producía sus ilegalismos, incluido el de la prisión, con el fin de sancionar la “clase bárbara” o los ilegalismos obrero y campesino, que al conjugarse, se preparan para enfrentar “a la ley y a la clase que la ha impuesto”.

Hegel entrega aquí un regla: “Sólo la necesidad del presente puede justificar una acción contraria al derecho, porque, si nos abstenemos de hacer esta acción contraria al derecho, sería una injusticia mayor la que se cometería, la negación total de la existencia empírica de la libertad” (Principe de la philosophie du droit, Agregado al § 127)

Para concluir este punto, digamos que lo que está en cuestión en este caso es la inscripción de toda violencia en un sistema, que sería el orden que imponen los dioses, el modo de existencia, las relaciones sociales o el régimen político.

Dos tipos de violencia

El carácter derivado, segundo, de la violencia ha sido puesto en evidencia, con la mayor fuerza, lo sabemos, por Marx. Persuadido de esto, otra exposición sería necesaria para tratar a fondo la cuestión de la violencia únicamente en Marx y Engels (el marxismo es todavía otra cosa), me limitaré a recordar los dos lugares más significativos.

(1) El primero está representado por los capítulos 24 y 25 que concluyen el libro del Capital que he reeditado bajo el título La expropriation originelle (Les nuits rouges, París, 2001) y que a mi modo de ver constituyen un verdadero “Tratado de la violencia”. En el cuadro que entrega, particularmente a partir de la experiencia de Gran Bretaña, el primer país comprometido en el proceso de paso de un modo de producción a otro, Marx convoca un vocabulario muy extenso -avasallamiento, crimen, saqueo, rapacidad, incendios, robo, traición, corrupción, asesinato, infamia- con el fin de mostrar que la violencia es la real hacedora de la acumulación capitalista, suscitando el enfrentamiento duradero de los trabajadores salariados “libres” y los “lobos de la bolsa” o “hacedores demás” (plusmacherei). “Esta expropiación, escribe, está inscrita en los anales de la humanidad en caracteres de sangre y de fuego”. Sin embargo, a pesar de las apariencias, esta violencia no es para nada originaria. Tampoco juega un rol fundador. La historia es su lugar de aparición y de ejercicio. Pertenece al orden de lo coyuntural. Esta tesis refuta los alegatos de Longuet, uno de los yernos de Marx.

En la producción capitalista, característica de la acumulación primitiva, la violencia posee un doble aspecto y una doble función. Bajo su expresión “sangrienta”, a la cual la política de agresión colonial da su mayor visibilidad, juega el rol parcial y provisorio de la brutalidad conquistadora, mientras que bajo su forma “concentrada y organizada” que es la del Estado, su actividad es permanente, pues está encargada de asegurar el mantenimiento del orden establecido por la clase dominante. Entonces, cuando la violencia es llamada “la partera de toda vieja sociedad en trabajo”, se encuentra, al mismo tiempo, calificada de “potencialidad económica” La propiedad privada y la pobreza forman un par: la apropiación producida por la expropiación se dota de una legitimación jurídica que a su vez, organiza el proceso de trabajo, en el marco de la explotación, poniendo a los trabajadores en competencia, gracias a la constitución de un “ejército de reserva”, en otras palabras de una sobrepoblación, ocasión en la cual Marx habla de hombres demás. La violencia está presente en cada etapa del proceso.

(2)La teoría de la violencia de Engels (ya sea la reagrupación de los capítulos 2, 3, 4 de la segunda parte del Anti Dühring) entrega una segunda referencia. Contra Herr Eugen Dühring, quien fue, en los años setenta del siglo XIX, en Alemania, una suerte de papa del socialismo metafísico, y que veía, en lo que llamaba “violencia inmediata”, una “potencia económica inmediata” y un “elemento histórico fundamental”, Engels se apoyaba en el ejemplo de la esclavitud para hacer valer la determinación primera por las condiciones económicas, en Grecia, los oficios de arte y el comercio, en los jóvenes estados Unidos de América, la industria inglesa del algodón.

Él notaba que la fortuna, al permitir disponer de esclavos, podía provenir del trabajo, del robo, del comercio o la estafa, entonces no siempre de la violencia. “Al contrario”, afirmaba, la propiedad privada generalmente no es engendrada por el robo o la violencia. La destrucción de la economía doméstica proviene de la competencia ejercida por la gran industria. Es la producción económica que entrega las armas indispensables al recurso de la violencia, la cual “no puede hacer dinero”, sólo puede acaparar lo que existe. Y concluía: “en suma, siempre y en todas partes, son las condiciones y los medios de la potencia económica los que ayudan a la “violencia” [NB gewalt y “”] a conseguir la victoria, que, sin ella, dejaría de ser violencia”. A ojos de Marx y de Engels, cualquiera que hayan sido sus simpatías por un Proudhon o un Blanqui, y a pesar de la existencia de discípulos disidentes como Bakounin, los anarquistas se equivocan en darle a la violencia el rol determinante. La “ultima instancia” continúa moviendo los hilos.

Sin duda estamos frente a dos suertes de violencia que se manifiestan, por una parte, en la asociación de la producción económica y de la potencia estatal (la de las armas, por ejemplo), y por otra, en la guerra (uso de armas). Pero Engels, más claramente que Marx, de quien ilustra la tesis defendida en el Capital, parece limitar el nombre de “violencia” sólo a la violencia “sangrienta” otorgándole en esto una concesión a la acepción de la violencia común. En efecto, opera una primera distinción entre violencia “sangrienta”/visible y violencia “muda”/ocultada, y una segunda entre violencia “servidora” (politische Gewalt), auxiliar del mantenimiento de las condiciones económicas, y violencia “maestra”, que actúa en el sentido del desarrollo económico y por consecuencia lo acelera.

Pero ¿interrogaremos de dónde vienen los ökonimische bedingungen y el Machmittel? ¿Cómo se produjeron? La propiedad, ¿no es el robo? Y “la partera”, puesto que de ella se trata, ¿traduce la consigna dada a los comunistas, al fin del Manifiesto: “la inversión violenta (den gewaltsamen Umsturz) de todo el orden social pasado”, o bien, ofrece la rectificación? ¿Los cambios sociales y con mayor razón las revoluciones, son ocasionados por un estado económico llegado a tal madurez que le impone su mutación, y la violencia abierta sólo representa el empujón que hará tambalear al conjunto, o bien son totalmente alterados por la iniciativa de una violencia radical? La posibilidad, inspirada a Engels, al fin de su vida, por las ganancias electorales de la socialdemocracia, de una transición pacífica, parece conformar la función derivada, subalterna, atribuida a la violencia.

Hoy en día, el caso de Venezuela y de su “revolución bolivariana” puede ser paradigmático para otras naciones de América Latina y entregaría una ilustración, como lo pretenden algunos, de la no-necesidad de la dictadura del proletariado e inversamente del período de Terror de la Revolución francesa del 89, dispensaría de todo llamado a la violencia. ¿Es decir que Engels vino a minimizar el rol instaurador de la violencia revolucionaria? Dos razones podrían proponerse con el fin de explicar tal actitud. La primera tendría que ver con la confianza acordada al carácter progresista del desarrollo económico afirmado desde el Manifiesto, con el cambio revolucionario de las relaciones feudales cumplido por la burguesía.

La aprobación, más tardía de Marx, de las amputaciones territoriales experimentadas por México del hecho de EU, iría en el mismo sentido, un estadio de desarrollo superior que justifica la conquista colonial. La segunda razón, mucho más general, tendría que ver con el temor indudablemente legítimo de una violencia cuyo proletariado pagaría el precio más elevado. Si el sufragio universal podía sustituirse a las barricadas del combate de calle ¿Quién se quejaría?

Como sea, conviene sin duda retener, en los hombres de las Luces, fascinados por el Progreso, una sobrestimación excesiva del factor económico. La pregunta que resume las precedentes puede simplemente ser formulada: ¿las relaciones de producción, especialmente bajo el capitalismo, no son en tanto que tales, portadoras de violencia? Dos lecciones divergentes y semejantes han sido sacadas del movimiento obrero posterior, según si el acento estaba puesto preferencialmente sobre una u otra de las dos formas de violencia, quedando claro para todos que su estrecha imbricación no estaba en cuestión.

Por un lado, a veces llevamos hasta la sacralización, el interés prestado a la violencia abierta, visible y habladora, como lo vemos, sin entrar en detalles, en un Sorel, que hace de la huelga un acto de guerra, en un Fanon, lector de Engels, que busca terminar con las atrocidades coloniales, o incluso un Mao, llamando a tomar el fusil contra el reino de los fusiles. Por otro lado, el economismo dominante, desde Kautsky, en el movimiento socialista internacional, se queda en segundo plano, confortado todavía por la conducta de fracaso y la culpabilidad provocada por la caída de los países “socialistas”, del enfático rechazo actual de toda violencia. La particularidad de la actitud de Lenin se revela, en este sentido, ejemplar. Rechazando las tentaciones recíprocas del aventurerismo, que fuerza el movimiento y el fatalismo, que espera que funda el azúcar, hace depender el proceso revolucionario de la relación de fuerzas políticas entre “los de arriba” y “los de abajo”. El caso de una revolución que caería como una fruta madura, una vez cumplidas las condiciones objetivas (la situación) y subjetivas (la conciencia) de su realización, jamás ha sido registrada por la experiencia histórica.

Tampoco lo insoportable del peso de la dominación no ha podido desde si mismo automáticamente suscitado la sublevación de los oprimidos. El sentimiento de injusticia, si no es retransmitido por la voluntad o el deseo, la insubordinación y los medios de manifestarla, se volverá impotente para salir del estado de servidumbre, ya sea sufrida o consentida. Y la relación violencia/sufrimiento no conseguirá superarse en la contra violencia que le pondría fin.

El sistema

La lección más general que se puede sacar respecto al origen de la violencia, que no es más originaria que cuando es única y monovalente; y saber la necesidad de referir la violencia, toda violencia, a la situación que la produce, nos remite obligatoriamente al sistema, en el cual se encuentra inscrito y donde toma forma. Este sistema hoy en día es del modo de producción capitalista que ha llegado al estadio de la globalización/mundialización. Él ofrece algunos rasgos notables y específicos. Avanzaré la tesis según la cual, estando dada la existencia de dos formas de violencia, el marco general es entregado por la subordinación de la violencia “sangrienta” a la violencia “muda”. Es en efecto bajo el MPC que el esquema V/S(V) logra su mayor visibilidad en las manifestaciones que son las suyas y que yo me exijo aquí, solamente a evocar.

(1) En el plano económico, la explotación hecha planetaria se esfuerza por encerrar en una sola red el conjunto de las naciones. La alianza de los imperialistas, bajo liderazgo de Estados Unidos, ha establecido una gobernancia mundial, que ha hecho de la ONU una simple correa de transmisión, cuya vocación puramente ideológica ha perdido toda credibilidad, se trate de la defensa de la Paz o de los Derechos del Hombre. Las instituciones de la Segunda guerra mundial y los acuerdos de Bretón Woods se llaman, como sabemos, Banco Mundial, Fondo monetario internacional y Organización mundial del comercio. La Bolsa es el alma que impone mercantilización y financiarización universalizadas y que no conoce otra temporalidad que las del instante, que libra a la anarquía todas las operaciones y a la incertidumbre todo proyecto de la naturaleza que sea, de ahí la teorización del fin, -de la historia, de la ideología, de la modernidad, o de los…porotos.

Con una deuda colosal, no pagada por Estados Unidos, que vive a crédito sobre la espalda de otras naciones, e impagable por aquellos que tiene por finalidad robar, sigue una larga teoría de los males incurables e incluso intratables porque son inherentes al modo de producción: incesante crecimiento de las desigualdades en todos los campos, -desarrollo, trabajo, fortuna, protección social, etnia, género, generaciones…; empobrecimiento masivo de individuos y pueblos; destrucción de las ganancias democráticas, regímenes incluidos: peligro nuclear y amenazas sobre el medio ambiente, por sólo mencionar algunos.

(2) En el plano social/práctico, la voluntad imperialista, al servicio de las minorías dominantes hace una demostración que se ejerce en las dos direcciones: lo ordinario, “permanente” como dice Marx, de la violencia “muda” o “pacífica”, bajo esos aspectos a la vez económico y estatal (cf supra); la de la violencia “habladora” o “sangrienta” que consiste en el recurso a la guerra, aportando la precisión que también se ha vuelto permanente. Porque, la mundialización ha invertido la célebre fórmula de Clausewitz ubicando la política en la continuación de la guerra. Los Estados Unidos son el modelo. He aquí una nación cuya particularidad, durante su existencia, ha sido funcionar en la agresión, que no ha conocido ninguna tregua entre dos conflictos (algunos cientos desde su genocidio casi completamente logrado de los Indios) y que ha buscado sin cesar la necesidad de dotarse de un adversario, de un Otro diabolizado, tiempos atrás el Piel roja, después el bolchevique, actualmente el islamista. Los objetivos de la agenda de nuestra actualidad son conocidos: el control de los recursos energéticos y su transporte y la prohibición ordenada a todo país de comprometerse en un desarrollo autónomo o pretender hacerlo. Agreguemos que a pesar de los enfrentamientos inter-imperialistas de la competencia comercial, la alianza se mantiene fuerte, siendo el enemigo de preferencia o casi exclusivamente, el más débil (Irak) o el ya destruido (Afganistán).

Y veamos al pasar que está claro que en Irak por ejemplo, la violencia puede “hacer dinero”, al estar el inmenso costo militar equilibrado por la enorme ganancia sacada del petróleo y del recorte regulado de las riquezas del país, aun cuando los protagonistas de la operación no sean los mismos. Es por eso que hablo del desplazamiento de la violencia de las salas traseras de los bares a los consejos de administración, a los estados mayores y a los gabinetes ministeriales. El FMI, por sólo citar este organismo internacional, donde un socialista francés ha tomado el mando, no es nada más que una verdadera asociación de malhechores, cuyas víctimas se cuentan por millones.

(3) El cuadro tentativamente esbozado no estaría completo si no se tomara en cuenta que la violencia pública o colectiva no es la única en cuestión. La violencia privada o individual se encuentra implicada en la molestia globalizada. Las políticas que se llaman liberales y ultraliberales, para cuidarse de decir capitalistas, agraden y rompen el cuerpo social. Las incivilidades expresan “el malestar de la escuela”, donde la escuela nada tiene que ver. Los suicidios de jóvenes o las tentativas, que en Francia son un record, traducen un “mal-estar”” muy rápidamente imputado a la juventud, pero cuyo tenor cambia cuando son concernidos ejecutivos en sus empresas o agentes de la fuerza pública (policías y gendarmes) en sus comisarías. Es muy difícil responsabilizar del acoso en el trabajo, otra novedad, a la maldad congénita de algunos jefecillos. En cuanto a los estupefacientes, cuyo uso desciende a veces hasta segundo año básico, ¿no posee una rentabilidad superior al chocolate e incluso la coca-cola?

(4) Una ideología legitima todas las prácticas antes nombradas, la de la “lucha contra el terrorismo” que forma un par con el discurso seguritario. Registrando la crisis del sistema y confirmando la política de guerra, ha sustituido a la cortina de humo de la ideología de los Derechos del Hombre y del Estado de derecho el programa de “conflicto de civilizaciones”, el mismo maquillado en maniqueísmo débil de la lucha del Bien contra el Mal. Los atentados del 11 de septiembre 2001, cuya naturaleza todavía no ha sido aclarada, entregaron a la vez el pretexto militar de una segunda agresión contra Irak y el pretexto jurídico del Patriot act, el primero supuestamente a suscitar una coalición internacional, que fracasó, el segundo cuyo éxito es innegable, integrado a veces al precio de graves distorsiones, en todas las legislaciones “occidentales” y utilizado como garantía por los poderes menos “democráticos”.

Las “leyes antiterroristas” han podido y por supuesto pueden, en todo instante, cubrir y legalizar los actos más arbitrarios, detenciones sin juicio, tortura, represiones, suspensión de libertades, vigilancia policial masiva, regímenes de excepción, todo bajo el sello del secreto y de los servicios secretos. La tarea de fondo que consiste en encauzar las indignaciones, con una palabra, suspende el derecho.

La garantía de la impunidad se extiende a todos los crímenes cometidos por los dominantes, mientras que la menor resistencia, armada, social o simplemente moral, por parte de los dominados, se ve ipso facto criminalizada y plausible de medidas policiales. Bajo tal seguridad, en Francia la caza a la faz se dotó de un ministerio de la expulsión, en Irak, Halliburton bombea gratuitamente el oro negro, en Chile, la Señora Bachelet envía las tropas contra los campesinos mapuches: en todas partes la pretendida “lucha contra el terrorismo” reanuda con las prácticas de la barbarie. Mientras que el terrorismo en cuestión no es desde el comienzo, tanto en el uso como en el hecho, un asunto entre poderosos. Para nada atañe a sus víctimas, a los explotados.

Desenmascarar la violencia

Una triple lección puede desprenderse de este rápido análisis.

(1) Si vuelvo al comienzo de mi propósito, las confusiones mantenidas a propósito de la violencia y las temáticas que ellas imponen, se comprenden a partir de excepcionales coerciones que hace pesar el sistema actual. La extrema apatía de la réplica de la contra violencia, en principio subyacente al esquema S/V, traduce varios fenómenos. La condena mayoritariamente compartida, si no unánime del recurso a la violencia, que no se limita a las democracias “desarrolladas” no sólo tiene como resultado la apología del consenso, que privilegia debate, diálogo, discusión y conciliación, es sostenida y enmarcada por lo que claramente hay que llamar una forma moderna de la servidumbre voluntaria. Esta última, que merecería un examen circunstancial, tolerando el descrédito lanzado por los poderes sobre todo lo que se aparentaría a una opción revolucionaria, que se refiera a doctrinas, acciones u hombres, implica no tocar al sistema. Censuras y prohibiciones golpean hasta las palabras: se acepta imperialismo pero no explotación, mundialización se dice por capitalismo, desigualdades se substituyen a alienaciones, ciudadanos a pueblo, comunidades a clases…

(2) Críticas y protestas son normadas por un pacifismo de buen vecindario, que vela igualmente a la fragmentación de sus expresiones, -huelgas, sit-in, manifestaciones callejeras, ocupaciones; de sus lugares, -negociaciones “rama por rama”, y de sus participantes, -aquí una asociación, allá una corporación, en otra parte un sindicato. El horror culminaría con las confluencias, público/privado por ejemplo, empleados y ejecutivos, o barrios y centro de la ciudad. La antífona sobre el borramiento de la clase obrera y su pérdida de centralidad exorcizan la idea misma y la palabra, de huelga general. Organizaciones No Gubernamentales, intervenciones humanitarias, asistencia y caridad no figuran para nada como contra-poderes, sino más bien antenas o auxiliares del estado burgués. La diversidad, por lo demás, y las contradicciones de movimientos de alternativas a escalas nacional y mundial encuentran precisamente su anclaje en la mundialización, que por primera vez ofrece a los dominantes la disposición de la maquinaria total, planetaria/totalitaria, del dominio económico, político, ideológico, financiero, militar, diplomático, informacional y cultural de la opresión.

Cuando los dominados son reducidos a lo sectorial de sus fronteras, que no son únicamente geográficas, a la dispersión de sus aspiraciones y sobre todo a la invención de sus propios medios de lucha, lo que necesariamente hacen -¿se le ve lo suficiente? es correr el riesgo de la violencia “sangrienta”. Los roles son cuidadosamente distribuidos: aquí, lo limpio, o más bien clean, allá lo sucio y lo repulsivo.

Ingenuidad o idealismo, ningún balance es admisible entre opresores y oprimidos. No se puede escribir con Khalil Gibran, a pesar de su buena voluntad: ¿“Y que procedimiento utilizaría usted contra quien engaña y oprime, cuando también ha sido perjudicado y ultrajado?” (Le Prophète). En todo caso, la dominación dispone de dos bases, de dos hierros.

(a) Hay que operar el quiebre de todo colectivo, cualquiera sea su naturaleza, pública o privada, en provecho de lo individual, que va del abandono al catálogo de las identidades. El golpeteo mediático referente a los suicidios, los accidentes de la ruta o las muertes por enfermedades cardio-vasculares, dispensadas de su dimensión “societal”, sólo tiene como equivalente el pesado silencio sobre los accidentes del trabajo o las víctimas del amianto, siendo unos directamente imputables a la responsabilidad de los individuos y los otros obligando a cuestionar los dispositivos de conjunto. Por un lado la impunidad, o la inocencia, lo clean de nuevo, por el otro, la culpabilidad y la sanción.

(b) Hay que asegurar la subordinación de lo político a lo económico, además financiarizado. Esta forma de supremacía explica el reciente acceso de las mujeres a las más altas responsabilidades de gobierno (‘residencias y “grandes” ministerios), que no tienen que ver desgraciadamente con los progresos de su liberación, sino con el descrédito que esos cargos, antes nobles, han sido golpeados mientras que los hombres se arrogan la casi exclusividad de posiciones reales de poder, enteramente confiscadas por la economía.

(3) La trágica escena trasera por ultimo de la triada avasallamiento/servilismo/servidumbre, no es más que el mantenimiento de la no visibilidad inmediata de la violencia “muda”. No nos privaremos de juzgarla relativa haciendo valer que la opinión se encuentra constantemente informada de tal malversación de un ejecutivo de empresa, de la corrupción de tal alto funcionario, del chaqueteo, de la acumulación de cargos, de paracaídas dorados y de stocks de opciones; que ella conoce las enormes disparidades entre el salario de un Gran Patrón y el de los salariados, el precio de compra de futbolista, los eslabones de los imperios mafiosos, las imposturas, las estafas y los tráficos que son moneda corriente de los campos políticos, financieros, deportivos y mediáticos y que no dejan de lado la cultura; que ella está al tanto de la sobreexplotación de los niños por el trabajo, la prostitución y la guerra, de la interminable opresión de niñas y mujeres, de la miseria, del hambre, del analfabetismo y las pandemias que terminan con poblaciones completas.

Sin embargo, a pesar mismo de los movimientos de contestación y de revueltas que no dejan de multiplicarse inclusive al centro de metrópolis juzgadas opulentas, este saber no engendra más que cóleras sin mañana y esos movimientos no desembocan más que en impasses consensuales orquestados. El abstencionismo electoral creciente en todas partes ¿expresa otra cosa que la abdicación ante lo que se resiente como fatalidad? ¿Y comprendemos con ello que los pobres no sean únicamente los dejados de lado del desarrollo, sino sus productos necesarios y víctimas al mismo tiempo y siempre de las injusticias sociales, epidémicas, climáticas? Los que se vean reducidos a vender sus órganos a las clínicas de los afortunados son los mismos que serán llevados por el sida (“un problema de Derechos del hombre”, decía Mandela) o por un tsunami.

Pero la verdadera violencia no podría asimilarse solo a las visiones del africano o del anciano quemado vivo en su hotel o en su hogar de ancianos podrido, del inválido del trabajo, de la mujer violada, del niño con harapos, del Palestino preso de todas las humillaciones o del Irakí torturado, en otras palabras a los tan numerosos registros del sufrimiento humano. Se extiende en-la-usina-de-punta-de-la-tecnología, en la sede social renovada de un Gran Banco, en el barco petrolero de doble casco, en la explotación de maíz transgénico, en las cajas del supermercado, en el estadio omni-deportivo y la piscina olímpica, en el centro-informático-de-última-generación o el complejo residencial-de-alto-standing, ya sea entre mil expresiones de proezas y fastos de nuestra modernidad.

Ella reina en las instituciones de la gobernancia mundial, en el Alto mando de la OTAN, en las multinacionales de la comida, del medicamento y de la moda. Ella la alfombra de la venganza del Estado que reserva a los prisioneros políticos una suerte peor que a los presos comunes, en las decisiones del bloqueo de salarios, de las franquicias de la seguridad social o la prohibición de estacionar… Ella tiene el rostro de la estrella de cine y del animador de shows televisivos, que venden sueños, del periodista – de información que rehúsa la construcción de viviendas sociales, del gran costurero y de sus lentejuelas millonarias, de los organizadores del Tour de Francia, que roban con el mismo entusiasmo de un Presidente Ejecutivo del CAC 40 (a cada cual su lista y sus cabezas).

Terminar con esta ceguera, favorecer la toma de conciencia de fechorías globalizadas, rehabilitar el concepto de revolución, es un todo. ¿O sea que el llamado a la violencia representaría la panacea liberadora? A esto doy algunos elementos de respuesta: toda salida de una situación vivida como insoportable (y primero reconocida como tal) es función de la relación de fuerzas en presencia, a saber la lucha de clases; si la revuelta no toma su camino, se reducirá entonces al estallido de motines espontáneos, parciales, que será reprimidos y desacreditarán el movimiento; los dominados nunca pueden desear el recurso a la violencia sangrienta, es bien entendido que la acción no violenta, en caso de opción, tendrá su favor. La mundialización de la violencia impuesta por los dominantes, impone a su vez como su réplica obligada, la violencia de los dominados. Oscar Wilde entregó esta lección: “Cualquiera que ha estudiado la Historia, sabe que la desobediencia es la primera virtud del hombre. Es por la desobediencia y la rebelión que éste ha progresado” (El alma humana).

Concluiré con una última paradoja, de hecho una contradicción, destinada a los intelectuales, mis pares. Existe una desproporción flagrante entre los diagnósticos críticos del estado actual del capitalismo, -la globalización-, y los diagnósticos que lo legitiman. Claramente los primeros son los más numerosos, y escasos los que rapiñan en persona -como un Soros, un Stieglitz o un Peurelevade-. Sin embargo los pimeros se comprueban incapaces, o rehúsan, sacar consecuencias adecuadas a sus análisis. Se dejan entrampar por los segundos, que muy lógicamente, trasvierten sus prácticas con discursos tan edificantes como falaces, -el Bien, el Derecho, la Paz- y por sus empleados de los medios de comunicación, al servicio de un sistema de inculcación, encargado de hacer pasar los zapallos por carrozas.

Los intelectuales seguramente no pueden cambiar el mundo y menos solos, pero pueden contribuir a impedir que nuestras sociedades resbalen en el letargo del coma político. Rompiendo con la docilidad cómplice y estipendiada de los ideólogos del poder, tienen que encontrar el camino de lucidez y de valentía, que honran a sus predecesores más prestigiosos: consagrarse a la labor de la esperanza y apelar a la voluntad emancipatoria.


NOTAS

* Este artículo ha sido reescrito a partir de la conferencia dada en La Sorbona, el 12 de enero 2008, para la presentación del libro Teoría de la violencia (La Città del sole, Naples et Librairie J. Vrin, París).

** Profesor en la Universidad Paris X-Nanterre. Email: glabica@orange.fr.

*** Página web: http://labica.lahaine.org

Traducido por María Emilia Tijoux para Polis
La Haine
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.