30 abr 2008

El auge de la industria de servicios militares privada

Oukupache
Nicole Schuster

¿Que factor más rentable, en una economía capitalista, que el de los servicios militares privados pagados por los Estados belicistascuando las guerras que éstos libran no tienen tregua?

Desde el inicio de los años 1990, hemos asistido a una verdadera fragmentación política del tablero internacional. Guerras civiles, étnicas y/o religiosas, de las cuales muchas se libran en países donde fuentes importantes de hidrocarburos y de agua dulce se encuentran, son provocadas por gobiernos de países industriales occidentales que buscan así desestabilizar regiones a fin de reinar mejor y así poder repartirse los recursos de esas zonas.

Es en este contexto que las sociedades militares y de seguridad privadas hacen fortuna y que “su intervención transforma el envite político de la paz civil en un envite comercial abierto a la competencial”([1]). Sin embargo, su aparición en la historia no es reciente. En realidad, son tan viejas como la guerra misma. Ya en Sumer, en el antiguo Egipto, en Roma y a lo largo de la época medieval, las encontramos respondiendo a la llamada que les hacían los señores de la guerra. Favorecidos por la ausencia de un Estado monopolizador de la represión, que solamente apareció en la época moderna, la privatización de la violencia y el recurso a los mercenarios crecían a medida que la economía se mercantilizaba. Es conocido que, a lo largo de su historia, el comercio ha constantemente llevado consigo una ola de guerras, y no de pacifismo como los partidarios de la liberalización del comercio siempre han querido hacer creer. Por lo tanto, el fenómeno de mercenariado en la guerra no era limitado a los conflictos terrestres. Se empleaba igualmente a defender el comercio marítimo en el nombre de las autoridades centrales, regionales y de las ciudades-Estado, como ocurrió en Italia a partir del siglo X. Los mercenarios eran verdaderos mercantes de la guerra que empleaban los mismos términos de contratación que los negociantes. En la época del Renacimiento encontramos en Italia a los Condotieris, los franco-ballesteros, cuyas competencias emulaban a las de los famosos mercenarios suizos. Todos ellos eran tildados peyorativamente de "asalariados" y "sobornados", por el pago que recibían, y enfrentaban el rechazo de sus contemporáneos que los consideraban como villanos fáciles de corromper.
Maquiavelo es representativo de esta posición crítica cuando estipulaba que los mercenarios son interesados, traidores y destructores de todo proyecto nacional([2]). Maquiavelo no exageraba si se considera, a parte de las justas razones que enunciaba, que los condotieris se vendían al mejor postor. No dudaban en abandonar en medio de un conflicto un partido para aliarse con el adversario si la oferta financiera se revelaba más apetitosa. Demostrativa es la frase del político florentino en su libro El Príncipe, según la cual "los capitanes mercenarios son de vez en cuando excelentes hombre de guerra, de vez en cuando no; si lo son, tu no puedes confiar en ellos; porque tratarán de crecer ellos al arruinarte a ti, quien eres su maestro…".
Sin embargo, el riesgo de que se pasen al partido opuesto se reducía con un incremento de la soldada y se encontraba casi eclipsado por la excelente preparación técnica de los mercenarios, la cual superaba de lejos las aptitudes mediocres de las “gentes de pie” igualmente reclutadas por los reyes y príncipes para hacer la guerra.

En el siglo XXI, el estatuto y las altas competencias técnicas en materia de guerra de los mercenarios, denominadas hoy impropiamente “guardias de seguridad”, no ha variado mucho. Pero desde la guerra de Vietnam, la importancia de las sociedades militares privadas ha ido en aumento, cuando la caída del muro de Berlín conducía a pensar en un eventual declive de las guerras a nivel mundial. Al contrario, con la aptitud servil ante la hegemonía de Estados Unidos en el mundo de la mayor parte de los gobiernos occidentales, flanqueados en ello por muchos de los países en vía de desarrollo, asistimos a una reorganización del orden geoestratégico fomentada por la disminución de los hidrocarburos a nivel internacional y que Estados Unidos lidera. De esas maniobras políticas resultan un redoblamiento de los conflictos y, paralelamente, una fuerte tendencia a la externalización de las funciones de seguridad y defensa de los gobiernos, las cuales dependían anteriormente directamente del cuerpo armado de cada país ([3]). Con la aplicación del modelo neoliberal, en virtud del cual las prácticas predatorias están al orden del día, y particularmente con la reducción de los presupuestos otorgados a las fuerzas armadas([4]), esta tendencia a la privatización de los servicios militares de parte de los gobiernos estadounidense, inglés, francés, de África del Sur y, por supuesto, israelí, se ha reforzado([5]).
Anteriormente denominadas “Sociedades militares privadas” (SMP) y “Sociedades de seguridad privadas” (SSP), estas dos categorías, debido a la imbricación muy estrecha de sus funciones, se fusionaron bajo el nombre de “Sociedades Militares y de Seguridad Privada” (SMSP).

¿Pero quién está detrás de la creación de cada una de esas sociedades? Por su gran mayoría, son sociedades fundadas por ex militares y/o antiguos agentes que han sido ligados o siguen ligados al departamento de defensa y seguridad de los Gobiernos. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos a la Halliburton Corporation , que en los años sesenta adquirió a Brown & Root (KBR). Halliburton es una sociedad que presuntamente provee a las armadas estadounidenses con material militar logístico y operaba ya en los años sesenta, bajo el mandato del Presidente Johnson, en Vietnam. El actual vicepresidente Dick Cheney fue presidente de ella entre 1995 y 1999 y Halliburton se encontró desde entonces catapultada en varios teatros de guerra como en los Balcanes y ahora en Irak. Se sospecha que sus actividades cubren mucho más que una dimensión “logística”.
Otro ejemplo es el de Franck Carlucci, ex nº2 de la CIA bajo Jimmy Carter, adjunto al Secretario de Defensa Caspar Weinberger y luego Secretario de Defensa bajo Reagan. Carlucci era presidente de la junta directiva de BDM International cuando ésta adquirió a Vinnell. BDM y Vinnell son empresas militares privadas activas en Arabia Saudita, donde forman a la Guarda Nacional saudita, aunque se les acusa de servir de fachada para cubrir las intervenciones de la CIA en este país. Ambas empresas fueron integradas al Grupo Carlyle, del cual Carlucci sigue siendo Presidente. El Grupo Carlyle alberga a una plétora de ex funcionarios de la Casa Blanca , como el padre del actual presidente George Bush, el ex secretario de Estado James Baker, así como al magnate financiero Soros([6]), cuyo espectro siempre aparecía en las revoluciones coloridas que han tenido lugar en las ex repúblicas soviéticas, y que hoy maniobra también en Asia. De lo anterior resulta fácil deducir el carácter triangular de las relaciones que existen entre Carlucci, BDM-Vinnell del grupo Carlyle, y la Casa Blanca ([7]).
En cuanto a la famosa Sociedad Militar Privada estadounidense Blackwater, fue fundada en 1977 por un ex marina, Eric Prince, miembro de una rica familia de cristianos ultraconservadores de Michigan([8]).

Inglaterra también suele recurrir de manera sistemática a Empresas Militares Privadas, como: Aegis; Armor Group, la cual fue creada entre otros por el ex Secretario de Defensa y el US Defense Systems Inc.; Executive Outcomes, que reagrupa a fundadores originarios de Inglaterra y de la República de África del Sur; Erynis International Ltd.; Kroll Internacional Security Ltd.; Watchguard, fundada por David Sterling, ex comando de la aviación británica; así como la Empresa Militar Privada Defense Systeme Ltd, que protege al personal de embajadas de varios países en territorios árabes y africanos. Esas empresas son solamente algunas entre varias que prestan sus servicios al Gobierno británico.

Francia tiene una historia oscura en cuanto a Empresas Militares Privadas. Es conocido que el gobierno galo ha frecuentemente contratado los servicios del ahora difunto mercenario Bob Denard, un personaje turbio e implicado en las maniobras ocultas de la alta política francesa. Denard fue, entre otros, directamente involucrado en el asesinato de dos jefes de Estado en Comores y en el derrocamiento de otros([9]), lo que hizo que se empezará a reflexionar sobre una necesaria reglamentación de las funciones de esas sociedades de mercenarios. Actualmente, Francia recurre a Barril Securité, fundada por Paul Barril, de la gendarmería francesa y GEOS, dirigida por el Gen. Jean Heinrich, del Servicio de Inteligencia francés y Stéphane Girardin, de la Gendarmería francesa. DCI es una empresa de Defensa mixta con un 50% de participaciones que pertenecen al Estado francés y el otro 50% a empresas de armamento galas como, entre otras, Dassault([10]). De la misma manera, contrata los servicios de las empresas extranjeras Armor-DSL, la cual tiene sus centros de operación en Inglaterra, Estados Unidos, Colombia, África del Sur, Rusia, Bahrein, y de la sociedad privada Earthwind Holding Corporation activa en Irak.

Es evidente que Israel no podía quedarse fuera de este negocio. Está representada en el sector de diamantes en Angola y Zaire a través de la empresa Lordan-LevDan, creada por el General Zeev Zakron, empresa que pertenece a la compañía del grupo Kardan Investment([11]).

Los gobiernos invocan varias ventajas al recurrir al servicio mercenario. Pretenden que los mercenarios son extremadamente bien preparados a nivel técnico, campo en el cual hasta sobrepasarían las aptitudes de los soldados tradicionales.
Pero además de la flexibilidad y rapidez en la capacidad de movilización de los cuerpos mercenarios, la externalización de esos servicios tiene grandes ventajas para los gobiernos. Permite eludir los canales institucionales tradicionales que, para todos los gobernantes, representan una traba. Por ejemplo, en Estados Unidos, si el costo de esos servicios es inferior a cincuenta millones de dólares, no se requiere ninguna aceptación por parte del Congreso. De ahí una tendencia fraudulenta por parte de los decidores a fragmentar este tipo de gastos.
En segundo lugar, el empleo de mercenarios es menos costoso que el de un militar de carrera. No existe para el Gobierno empleador la obligación de pagar un salario fijo, gastos de alojamiento, ni se necesita cotizar para su jubilación. Tampoco hay un deber de indemnización por parte del gobierno en caso de enfermedad o deceso del guardia de seguridad. A ello se añade el hecho que el mercenario hace las tareas sucias sin que el Gobierno que lo emplea esté implicado legal y éticamente, porque esos servicios se cumplen en el marco de la más absoluta discreción por parte del Gobierno empleador, de la Sociedad prestadora de servicios y del mercenario. Ello permite entonces a los gobiernos sustraerse de toda responsabilidad, que implicarían los crímenes cometidos por las empresas subcontratadas para los Estados empleadores, y que estos últimos sigan jugando el papel de moralistas a nivel mundial.
Todo lo antes señalado puede darse, dado que el marco legal relativo a la actividad de los mercenarios no está determinado todavía, lo cual alimenta prácticas dudosas y que van en contra de los derechos humanos. Ello se ha podido comprobar en el caso de las torturas infligidas en las cárceles de Abu Ghraib por el personal de la Sociedad privada de Defensa, CACI Internacional Incorporated, o de la matanza gratuita de civiles iraquíes en el mes de septiembre de este año perpetrada por el personal de la compañía Blackwater. Asimismo, durante la guerra de Bosnia en 1995, mercenarios de la compañía de servicios militares norte americana Dyncorp, favorita en los países de América Latina como Perú, Bolivia y Colombia para participar en operaciones dirigidas por Estados Unidos en esos países, fue acusada de emplear a mercenarios implicados en el tráfico de adolescentes y de secuestros. A pesar de las denuncias y pruebas fehacientes, la compañía fue favorecida en 1996 con un contrato de 600 millones de dólares por el Departamento de Estado norteamericano.

Sin embargo, la externalización de esas funciones, como lo mencionaba Maquiavelo, puede ser sumamente nociva para un país. Primero, para la moral de las Armadas que debe sentirse crecientemente inútil al ser desplazada de sus funciones anteriores por un número siempre mayor de mercenarios. Según el Departamento de Estado y el de Defensa de Estados Unidos, son actualmente 180.000 los civiles de todas las nacionalidades que trabajan bajo contrato privado contra 160.000 militares, lo que hace de esos “guardas de la seguridad” un contingente superior a los de Estados Unidos y de Gran Bretaña([12]). Además, puede resultar muy peligroso que la violencia esté privatizada y que el aparato de guerra no sea más el monopolio del Estado sino de empresas privadas proclives a actuar en función a sus intereses financieros que excluyen toda forma de nacionalismo. Podríamos asistir a un incremento de los conflictos exacerbados por empresas privadas, tal como ocurre en el caso de las empresas transnacionales petroleras, que recurren igualmente al empleo de los servicios de las sociedades militares privadas para proteger sus intereses en contra de aquellos defendidos por los nativos ([13]).

La preferencia que los Gobiernos occidentales otorgan a la contratación de mercenarios esconde en realidad una voluntad de proyectar su potencia en un tiempo récord en todas las partes del mundo. Y esas prácticas no hacen más que descubrir una nueva forma de colonialismo, que se expresa con mayor claridad en las relaciones estrechas entre el Pentágono y las sociedades militares privadas.




[1] La frase es de Jean-François Vallart.
[2] Ver Machiavel. Le Prince et autres textes en Chapitre XII. Des diverses espèces de gens de guerre, et des soldats mercenaires. P. 84. Gallimard. 1980
[3] El recurso al personal de las sociedades militares privadas ha seguido una evolución que se mide directamente en los teatros de guerra: en 1991, durante la Guerra del Golfo, 1 civil sobre 50 está bajo contrato, en la Guerra de Bosnia, en 1996, uno en 10 (Fuente Le Monde: Privatisation et secret. Jeudi 13 février 2003). En Irak, el número de “soldados privados” empleados gira a los alrededores de 25 a 30.000 pesonas, entre los cuales una mayoría de guardias civiles de seguridad son de origen iraquí. Fuente: Privatisation de la sécurité au service de la politique étrangère américaine. Jean-Didier Rosi y Tanguy Struye de Swielande. DSI nº 31. Novembre 2007.
[4] Entre 1987 y 1997, las armadas americana, rusa, francesa y británica, han reducido de 4,2 a 1,2 millones el número de sus soldados.
[5] El recurso a los servicios militares y sociedades de seguridad privada sería del orden de billones de dólares cada año. Fuente Privatisation de la sécurité au service de la politique étrangère américaine. Op. cit.
[6] Ver El Carlyle Group, un negocio de iniciados [Voltaire]. www.voltairenet.org
[7] La compañía estadounidense Halliburton, oportunista de guerra por Arthur Lepic. www.voltairenet.org
[8] Ver Irak, le plus important champ de mercenariat du monde. René Naba. www.stopusa.be
[9] Pourquoi l'Afrique se meurt-elle réellement: analyse de FX Verschave (04/12/2005). http://www.bonaberi.com
[10] Ver Irak, le plus important champ de mercenariat du monde. René Naba. Op. cit.
[11] Fuente: Privatisation de la sécurité au service de la politique étrangère américaine. Jean-Didier Rosi y Tanguy Struye de Swielande. DSI nº 31. Novembre 2007
[12] El fenómeno de los soldados contratados. Las guerras comenzaron a privatizarse. Christian Riavale. http://www.globalizacion.org
[13] Como, por ejemplo ocurrió con la Royal Dutch Shell en Nigeria, cuya fuerza de policía privada supuestamente controlada por la Transnacional , atacó a los nativos que protestaban contra sus operaciones. Ver Colonial Capitalism. By James Ridgewayhttp://www.ocweekly.com
El caso del gigante energético Gazprom, que fue autorizado por los diputados rusos a crear un servicio privado de seguridad “dotado de las mismas prerrogativas que tienen el ejército y la policía” de Rusia, es igualmente ilustrativo de la importancia creciente que logran tener las milicias privadas. Ver El fenómeno de los soldados contratados. Las guerras comenzaron a privatizarse. Op. cit.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.