29 abr 2008

El legado de Bush

John Ross
Counterpunch
Traducido por Chelo Ramos


Para George Bush, el ataque antiterrorista que la fuerza aérea colombiana dirigida por USA lanzó el 1 de marzo contra un campamento de las FARC en la selva ecuatoriana, se relacionaba desde todo punto de vista con su legado. Durante los ocho años de Bush en la Casa Blanca, la guerra contra Iraq ha absorbido su atención de tal manera, que por primera vez en tres siglos de hegemonía yanqui América Latina ha tenido espacio para crear defensas comunes contra el Coloso del Norte, construir alianzas, mientras el péndulo se mueve del neoliberalismo hacia la izquierda, e incluso elegir algunos presidentes socialistas democráticos.

Con un “¡hemos regresado!” saludó Tom Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos de USA, a los presentes en la reunión del Consejo de las Américas celebrada en Nueva York el 2 de abril, indicando así el renovado interés del gobierno de Bush por este lado del mundo. Aunque, por supuesto, USA nunca se había ido realmente: “No es que nuestra influencia haya disminuido, más bien ha cambiado” afirmó el subsecretario ante su adinerada audiencia, muchos de ellos con importantes intereses al sur de la frontera. Shannon aceptó que la falta temporal de atención del gobierno había creado un vacío que había ofrecido “una enorme oportunidad para articular una visión” –un rebuscado eufemismo para referirse al odiado Hugo Chávez-. Pero ahora el espacio de Chávez se estaba “encogiendo” y con Colombia (el principal aliado de USA en la región), Brasil (neutralizado por las ambiciones de Lula), Perú, Chile y México más activos en la región, “juntos podemos superar nuestra historia reciente”.

Lo que parece más significativo en la lista de compras de nuevos y viejos cómplices presentada por Shannon son las ausencias: Argentina, por ejemplo, la tercera economía de América Latina, con un papel importante en el giro a la izquierda del continente, donde la peronista socialdemócrata Cristina Fernández de Kirchner ha sucedido en la presidencia a su marido, el socialdemócrata Néstor. Los Kirchner cayeron en desgracia con Bush cuando ayudaron a torpedear la fantasía neoliberal del ALCA (el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas) en la Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata en 2005. A fin de opacar la toma de posesión de Cristina Kirchner, funcionarios usamericanos en Miami y Washington acusaron al temido Chávez de haber financiado su campaña. La puesta en escena fue verdaderamente retorcida. En la víspera de la ceremonia de toma de posesión de Cristina en noviembre pasado, funcionarios de la aduana de Buenos Aires confiscaron 800 mil dólares a un “empresario” venezolano que vivía en Florida, Guido Antonini Wilson. No se conocía el destino final del dinero.

Aunque la investigación sobre el origen del dinero correspondía estrictamente a la jurisdicción argentina, agentes del FBI en Miami detuvieron a cuatro venezolanos sospechosos de haber participado en el caso, por no haberse registrado como agentes de Chávez. Wilson, sin embargo, no fue acusado, pues con micrófonos del FBI grabó a los otros para implicarlos. A pesar de la inexistencia de pruebas creíbles, la historia que Washington ha transmitido al continente es que Hugo Chávez, el Saddam de América del Sur, compró la presidencia argentina para Cristina Kirchner.

¡Hemos regresado!, dijo Tom Shannon, y los primeros 100 días de Cristina Kirchner han sido complicados por problemas que tienen el tufo de haber sido “hechos en USA”. A medida que se acercaba el 32 aniversario del golpe militar que dio inicio a la guerra sucia en la que al menos 30.000 argentinos de izquierda desaparecieron, ricos productores agrícolas que rechazaban el impuesto del 9 por ciento gravado por Kirchner a las exportaciones de soya, contrataron bandas de matones para bloquear las carreteras del país e impedir el tráfico comercial interno y externo. Los anaqueles de los supermercados de Buenos Aires se vaciaron muy pronto.

Según el recuento de la periodista argentina Stella Callone, hace treinta y dos años uno de los grupos organizadores de la huelga patronal, la Sociedad Rural, financió a la junta militar que tomó el poder el 23 de marzo de 1976. Los bloqueos de carreteras trajeron de vuelta los recuerdos de una pesadilla. El golpe de 1976 había sido precedido por una huelga patronal similar.

En las paredes de Buenos Aires aparecieron pintas que decían “¡Volveré, Videla!”. El general Videla había encabezado la junta militar. Los días 23 y 24 de marzo de 2008, fecha aniversaria del golpe, miles de amas de casa de las clases altas se reunieron en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, sede el gobierno argentino, para dar un cacerolazo en apoyo a los propietarios huelguistas. Cacerolazos que hacían recordar las marchas de amas de casa de clase media en Santiago en 1973, que precedieron al golpe y asesinato del presidente socialista chileno, Salvador Allende, un golpe dirigido por USA. Más recientemente, en Bolivia y Venezuela, la táctica de la CIA ha sido apoyar las movilizaciones de la “gente decente” en contra de los regímenes socialistas de Evo Morales y Hugo Chávez.

Curiosamente, mientras en las plazas de Buenos Aires se golpeaban cacerolas, en Rosario se reunían los líderes de la derecha latinoamericana en un seminario internacional entre cuyos asistentes se encontraban el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, el ex presidente boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, el escritor peruano, Mario Vargas Llosa, ahora ciudadano español, y Roger Noriega, quien tiempo atrás ocupó el cargo de Shannon y fue el operador del fallecido Jesse Helms en América Latina.

La presencia de “Tuto” Quiroga en Rosario no podía ser más pertinente: ricos productores agroindustriales de las cuatro provincias separatistas bolivianas, conocidas como la media luna, también habían bloqueado carreteras y fronteras durante días para protestar por el decreto del presidente Evo Morales que prohibía las exportaciones de aceite de cocina mientras no estuviese satisfecha la demanda nacional. Las provincias secesionistas –Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando- poseen la mayor parte de la riqueza gasífera de Bolivia, segundo país sudamericano con mayores reservas de gas, y tienen influencia en Washington. Los líderes provinciales que exigen autonomía del gobierno central representan a la oligarquía y son blancos en una nación mayoritariamente indígena, rechazan la nueva constitución de Morales y han puesto a Bolivia al borde de la guerra civil. En la prensa de América Latina se habla cada vez con más frecuencia de que las Autodefensas Unidas de Colombia, sangriento grupo paramilitar colombiano, está entrenando a las tropas secesionistas. Tanto la Iglesia Católica como los vecinos de Bolivia han tratado de negociar un arreglo, pero los secesionistas se niegan a conversar.

Al este del Chaco, en Paraguay, país con una posición estratégica para vigilar la Triple Frontera (Argentina, Brasil, Paraguay), supuestamente llena de terroristas, se encuentra la base Mariscal Estigarribia que alberga fuerzas especiales de USA, en las cercanías de las Cataratas de Iguazú, donde está el Acuífero Guaraní, la mayor reserva de agua dulce del continente, y al lado de las provincias separatistas bolivianas. Para consternación de Shannon y de Bush, en las elecciones del 20 de abril Paraguay puede ser la más reciente piedra del dominó izquierdista en la región, pues todas las encuestas predicen que el ex obispo Fernando Lugo derrotará al Partido Colorado, la dinastía que ha gobernado por más tiempo (61 años) en América Latina.

En una reciente visita a México, Lugo declaró que si era elegido suspendería las operaciones militares de USA en Paraguay, tal como Rafael Correa ha prometido cerrar la base de Manta en Ecuador.

Lógicamente, la pérdida de bases militares en América Latina causa alarma en Washington. En una maniobra desesperada para evitar que Lugo ganase las elecciones, la Embajada de USA generó alarma al acusar a las FARC de estar operando en San Pedro, la diócesis del ex obispo.

Aunque Lugo ha dicho que apoya a Hillary Clinton, y Hugo Chávez que espera que las relaciones con la Casa Blanca mejoren cuando su actual ocupante se haya mudado, no parece factible un cambio en la mentalidad del gobierno de USA. Los potenciales sucesores de Bush han dicho muy poco sobre el futuro de las relaciones bilaterales con los países del sur. Los tres han denunciado a Chávez. El republicano John McCain lo ha llamado “matón” y ha prometido derrocarlo si es elegido.

La agresividad de la Casa Blanca en su afán por lograr la aprobación de un tratado de libre comercio con Colombia es la recompensa por años de servicios del aliado más leal de Washington en la región. Al igual que lo hizo Bill Clinton (que sigue apoyándolo con fuerza), el actual comandante en jefe considera que el tratado de libre comercio es un asunto crucial de seguridad nacional y trata de encuadrar el debate para su aprobación en los términos de la Guerra Fría: el libre mercado contra el socialismo del siglo XXI de Chávez.

Los demócratas que no apoyan el TLC son acusados de chavistas y defensores de narcoterroristas. A pesar de los riesgos, sin embargo, muchos demócratas no están dispuestos rendirse ante el libre comercio. Los sindicatos tradicionales han condicionado su apoyo a los candidatos a que éstos no apoyen el TLC.

La renuncia de Mark Penn, el principal estratega de campaña de Hillary Clinton, ha puesto de relieve el grado en que el tema del TLC ha contaminado su campaña. La salida de Penn, presidente de la poderosa agencia de relaciones públicas Burson-Marsteller, contratada por Colombia para ayudarla a que el Congreso de USA apruebe el TLC, acuerdo al que se opone su jefa (al menos en estados industriales como Ohio y Pensilvania), ha golpeado duramente la campaña de Clinton.

El no haber podido lograr que el Congreso de USA apruebe el TLC es una mancha más en el desprestigiado legado de Bush, quien necesita desesperadamente que sea aprobado para darle validez no solo a su doctrina en América Latina, sino también a la doctrina de James Monroe.

Pero el verdadero legado de Bush continúa exhortando a las masas de América Latina desde los balcones de Miraflores en Caracas. A pesar de ocho años de conspirar sin éxito para derrocarlo, financiar a la oposición, fomentar golpes de estado e, incluso, secuestrarlo, Chávez sigue al mando del estado, y el “espacio que se estaba encogiendo” de Shannon no parece más que un delirio. Pintado por los bushistas como totalitario, cuando fue sorprendido por un voto negativo en un referendo muy deseado que habría extendido el período presidencial, Chávez aceptó el “no” obtenido, lo que resalta aún más sus credenciales democráticas.

La gente de Chávez está alerta. “El gobierno de Bush ha entrado en su fase más peligrosa”, advierte Andrés Izarra, Ministro de Comunicaciones de Venezuela. La posibilidad de una invasión como la de Bahía de Cochinos o la de Panamá sigue entre los planes de la Casa Blanca, aunque todos saben que una agresión desesperada de esa naturaleza sería un suicidio: Venezuela suministra a USA 1,5 millones de barriles de petróleo diarios y es el cuarto proveedor más importante de Washington. En verdad, sin el petróleo de Chávez la guerra de Bush en Iraq estaría en dificultades.

En momentos de angustia el presidente Chávez ha amenazado con suspender el suministro de petróleo a USA, su última arma. Por lo pronto, Venezuela podría enfrentar la amenaza de una nueva agresión de Washington exigiendo el pago del petróleo en euros y no en dólares devaluados. Mientras, Hugo Chávez sigue siendo políticamente incorrecto con fervor –al menos desde el punto de vista de Washington-: apoya a los candidatos de izquierda en todo el continente, favorece el Mercosur y renacionaliza industrias que habían sido privatizadas. Recientemente golpeó a dos multimillonarios mexicanos: Lorenzo Zambrano, cuyo conglomerado del cemento, CEMEX, fue nacionalizado por el comandante como parte de un importante programa de construcción de viviendas, y Carlos Slim, el hombre más rico del mundo según la revista Forbes (aunque, de acuerdo con la revista, no es el hombre más rico sino el hombre de la riqueza), que el año pasado pretendió comprar CANTV, la compañía telefónica venezolana nacionalizada por Chávez.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien llegó a México en visita de estado el pasado 11 de abril, aniversario del fallido golpe de estado contra su aliado Chávez, advirtió a Washington: “Ojalá que entiendan que América Latina cambió de forma irreversible.”

Fuente: http://www.counterpunch.org/

Sobre el Autor:

John Ross vive en Ciudad de México y su dirección de correo electrónico es johnross@igc.org

Chelo Ramos es miembro de Cubadebate , Rebelión y Tlaxcala , la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.