23 abr 2008

La visita del Papa a Estados Unidos

La Haine/Patrick Martin

[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] Medios de información, Casa Blanca y Congreso acogen al portavoz del oscurantismo religioso

Resulta revelador del profundo deterioro de la democracia estadounidenses que cuando, la semana pasada, el presidente del país dio la bienvenida a Washington al romano pontífice del catolicismo, la máxima preocupación era que el representante de una institución religiosa de 2.000 años de antigüedad, impregnada de intransigencia y hostilidad hacia la ciencia y el progreso humano, pudiera criticar desde la izquierda al gobierno estadounidense.

Sin embargo, tal como se desarrollaron los acontecimientos, el gobierno Bush no tenía nada que temer de Benedicto XVI. En una serie de actos en Washington y Nueva York, incluida la bienvenida oficial en la Casa Blanca, el Papa no hizo referencia alguna a los crímenes perpetrados por el gobierno estadounidense: las guerras de Iraq y Afganistán, la detención indefinida y la tortura de los prisioneros de Guantánamo, las cárceles secretas de la CIA y el firme apoyo del Gobierno a la pena de muerte.

En su lugar, Benedicto fue el protagonista principal de la bufonada política de Bush al alabarlo como “hombre de paz” y abogado “ de los más débiles y vulnerables”.

El presidente de Estados Unidos acogió al Papa como a un alma gemela ideológica. “En un mundo en donde algunos ya no creen que podamos distinguir entre lo bueno y lo malo, necesitamos su mensaje de rechazo a esta dictadura del relativismo”, afirmó.

El instigador de la ilegal invasión y ocupación de Iraq, que ha costado la vida de más de una millón de iraquíes y de miles de estadounidenses, continuó: “En un mundo en el que hay quien trata la vida como algo que puede degradarse y desecharse, necesitamos su mensaje de que la vida humana es sagrada”.

La visita de seis días del pontífice ha recibido una cobertura hasta la saturación en los medios estadounidenses, con un carácter enormemente adulador. Las únicas alusiones “negativas” han sido las referencias a los escándalos de abusos sexuales en las que han estado implicados miles de sacerdotes estadounidenses, algo que el Papa se vio obligado a tratar directamente en varias ocasiones, en gran medida debido a las amenazas de manifestaciones e interrupciones de las víctimas de los abusos en el caso de que no lo hiciera.

Tanto el carácter oficial de la visita del Papa como la interminable cobertura que le han dado los medios estuvieron al servicio de un objetivo político principal de la clase dirigente estadounidense: reforzar el papel de la religión en la vida pública del país y erosionar más aún la tradicional separación de la Iglesia y el Estado, bastión fundamental de los derechos democráticos.

Además de la recepción en la Casa Blanca, el Congreso hizo una declaración conmemorativa de la visita, tras un breve rifirrafe que obligó a borrar del texto el apoyo a la postura antiabortista del Papa, y se produjo el cierre virtual del Capitolio el día de la misa al aire libre en el estadio nacional de béisbol de Washington, a la que acudieron más de 100 senadores y congresistas.

Uno de los temas principales del Papa en los discursos pronunciados en Washington y Nueva York fue reafirmar la autoridad de la doctrina católico romana contra lo que describió como “la sutil influencia del secularismo”, es decir cualquier intento de oponerse al oscurantismo religioso en temas como el aborto, la procreación, el matrimonio y la vida familiar.

En las observaciones hechas a los obispos estadounidenses en el Santuario de la Inmaculada Concepción de Washington, advirtió “En Estados Unidos, como en todo el mundo, hay muchas leyes vigentes y propuestas de ley que producen preocupación desde el punto de vista moral”.

Fue una referencia al aborto, a los derechos de los homosexuales, entre otras de las cuestiones en las que la Iglesia Católica ha tratado de imponer sus dogmas por medio de la agitación política rayana en la subversión (muy recientemente en España, donde los obispos católicos han impulsado un movimiento, hasta la fecha sin éxito, para echar al gobierno socialista del presidente Zapatero.)

El Papa declaró que “debe condenarse cualquier intento de tratar la religión como un asunto privado”. Esta declaración tiene graves implicaciones, ya que rechaza rotundamente los principios de tolerancia religiosa y neutralidad del Estado hacia las creencias religiosas, fundamento de Estados Unidos, y sugiere que la doctrina católica romana debería ser impuesta por las leyes donde fuera posible.

En un discurso dirigido a responsables de universidades católicas, Benedicto XVI pidió una mayor coherencia con la doctrina de la Iglesia, y afirmó: “cualquier alusión al principio de libertad académica para justificar posturas que contradicen la fe y la enseñanza de la Iglesia obstruiría e incluso traicionaría la identidad y la misión de la Universidad.”

No fue sólo una exigencia de que los profesores y teólogos de las universidades católicas- tradicionalmente independientes de la autoridad de los obispos estadounidenses- siguieran la línea vaticana sino también un velado reproche a esas escuelas católicas que han permitido manifestaciones o actos públicos a favor de candidatos políticos, demócratas por lo general, que apoyan el derecho al aborto y el matrimonio homosexual.

Antes de llegar al papado en 2005, el cardenal Joseph Ratzinger era conocido como el “rottweiler del Papa” por su función como defensor de la ortodoxia doctrinal y acatamiento de la autoridad papal con su predecesor, Juan Pablo II. Fue el supervisor de la purga sistemática llevada a cabo desde la jerarquía católica de cualquier traza de liberalismo o simpatía hacia las luchas sociales populares.

El sábado, Benedicto XVI se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas- en su calidad de gobernante de la Ciudad del Vaticano, estado miembro de la ONU- y advirtió de que la tecnología y la ciencia modernas, que han conseguido avances como la clonación y la investigación con células madre, corren el riesgo de violar el “orden de la creación.”

Puso en duda la idea de que los derechos humanos hayan de basarse en las leyes internacionales y en los principios constitucionales al decir que no son obra del hombre sino que “se basan en el derecho natural inserto en el corazón humano” El pontífice, por supuesto, no se molestó en tratar de conciliar su apoyo fervoroso a estos derechos humanos con el largo historial de la jerarquía católica de apoyo a gobiernos represivos y dictatoriales que han defendido las riquezas de la Iglesia, durante muchos siglos el mayor terrateniente del mundo.

En sus alegaciones ante la ONU, Benedicto XVI aprobó la doctrina de la “intervención humanitaria”, esgrimida por los impulsores de un papel más agresivo de la ONU en Darfur y utilizada por los altos representantes estadounidenses para justificar, al menos retrospectivamente, su invasión y conquista de Iraq.

“Todo Estado tiene la obligación principal de proteger a su propia población de las graves y continuadas violaciones de los derechos humanos”, declaró. “Si hay Estados incapaces de garantizar esa protección, la comunidad internacional debe intervenir con los medios jurídicos existentes en la Carta de Naciones Unidas y en otros mecanismos internacionales.”

El Papa rechazó el argumento de que una intervención internacional semejante era “una imposición injustificada o una limitación de la soberanía” y añadió “Por el contrario, es la indiferencia o el fracaso en intervenir lo que produce verdadero daño”.

Al producirse sólo dos días después del abrazo público de Benedicto XVI con George W. Bush- y del completo silencio sobre los crímenes de EE.UU. en Iraq- la sugestión de que ese “ fracaso en intervenir”era el peor de los males tenía connotaciones políticas definidas.

La visita papal tuvo un problema institucional importante para tratar con el ya continuado escándalo del abuso sexual de niños llevado a cabo por miles de sacerdotes romanos católicos. Este aspecto de la visita produjo otro despliegue de adulación de los medios y de los ideólogos reaccionarios.

La prensa retrató al Papa- quien rotundamente rechazó a las víctimas de los abusos sexuales durante años, cuando estaba al servicio de Juan Pablo II- como alguien muy afectado por su sufrimiento. Sin embargo, en su declaración inicial sobre el escándalo mientras volaba hacia EE.UU. en su avión privado, el Papa lamentó exclusivamente el daño ocasionado a la Iglesia, no a las víctimas. La Iglesia católica estadounidense ha pagado más de 2.000 millones de dólares en compensaciones legales a unas 13.000 víctimas, incluidos 600 millones sólo en la diócesis de Los Ángeles, y otras diócesis se han visto obligadas a declararse en bancarrota.

La reunión a puerta cerrada del Papa con cinco víctimas de abusos sexuales fue presentada por los representantes de la Iglesia y los medios de comunicación como un gran avance, aunque los cinco habían sido cuidadosamente seleccionados por la archidiócesis de Boston para garantizar una reunión relativamente tranquila. Un portavoz de la archidiócesis declaró que los cinco mantienen “relaciones frecuentes” con los responsables de la archidiócesis, y que se habían “mantenido comprometidos con ella- es decir, que se habían mantenido leales a la jerarquía a pesar de la continuada defensa por parte del Vaticano del Cardenal Bernard Law, arzobispo de Boston, quien protegió a los sacerdotes que habían cometido los abusos y les permitió trasladarse de parroquia al verse denunciados, en lugar de retirarlos del sacerdocio.

Benedicto XVI llegó incluso a intentar responsabilizar del escándalo de los abusos sexuales a la excesiva permisividad sexual de la cultura moderna, en lugar de la represiva imposición del celibato sacerdotal que la Iglesia Católica, única entre las religiones principales, continúa imponiendo.

Se ha informado de casos similares de abusos sexuales en países tan diferentes como Estados Unidos, Polonia, México, Irlanda y Austria, lo que indica que el común denominador no son las costumbres de unos países determinados sino la atmósfera prevalente en el seno de la Iglesia Católica como institución.

Tal como afirmó World Socialist Web Site cuando hace seis años se difundió por primera vez en Estados Unidos el escándalo de los abusos sexuales: “Todos los aspectos del escándalo- el dolor y sufrimiento de las víctimas, la miseria y anomalías sexuales de los sacerdotes, la insensibilidad de las autoridades eclesiásticas – sugieren la existencia de una institución enferma, cuyas prácticas y creencias van contra las necesidades humanas elementales e inevitablemente reproducen un clima psico-sexual de lo más insano. La esencia dela Iglesia Católica va en contra de la sociedad moderna”.

World Socialist Web Site, 21 de abril de 2008
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Los anarquistas llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, ese mundo esta creciendo en este instante -Durruti-