13 may 2008

“Entrecomillas” El Placer

Machetearte

Por Melchor López

“El dolor nos pone en marcha y el placer nos permite marchar con alegría”, afirma Fernando Savater. El hedonismo (de hedoné; en griego placer) es la filosofía moral que afirma que el fin de la actividad humana es el placer, generalmente definido como ausencia de dolor. En tanto que el displacer es el estado afectivo desagradable que acompaña a ciertas experiencias.

Hay que recordar que “una acción moralmente negativa puede producir placer: por ejemplo, lo siente un asaltante”. El acto de asaltar es un hecho socialmente rechazado en tanto hay dolor para la persona afectada, sin embargo para el delincuente puede resultar una dosis de placer.

“Es un trabajo”, ha dicho en entrevista uno de los presos del Reclusorio Sur que se dedicaba al rapto express y a robar autos en la delegación Iztapalapa. Otro ejemplo. El alcohol en un individuo puede producir gozo, pero cuando se transforma en un fenómeno colectivo (alcoholismo) que atenta contra lo moralmente aceptable, es decir, al afectar a la familia o sociedad, dicho placer es sustituido por el dolor.

El amor es un placer, que puede ser eliminado por los celos. De la misma manera el erotismo tiende a ser aniquilado si aparece la violencia psicológica, física, sexual. En la película Los muchachos no lloran un par de machos violan a una lesbiana. Ésta vivía una relación erótica con una chica. El placer del erotismo invadido por la violencia. Epicuro, filósofo griego del s. III a. de C., enseñaba que el placer es el fin supremo del hombre: “cada cual debe buscar el máximo placer”.

Este pensador no se refiere a los placeres “sensibles, fugaces o inmediatos como los que proporciona la comida, la bebida o el sexo, sino placeres más duraderos y superiores”, como la adquisición de conocimientos. El retrato del Marques de Sade en la película Letras Prohibidas es un ejemplo de la búsqueda de máximo placer en la escritura, de tal suerte que lo lleva a tocar la filosa y delgada línea entre la vida y la muerte, entre lo perverso y lo normal, entre lo ético y lo amoral, entre lo erótico y lo pornográfico.

Y usted estimado lector ¿en qué parte de la línea le gustaría estar? “¿Por qué nos gusta tanto el placer?", se cuestiona el intelectual español Fernando Savater, en su libro Ética para Amador. Se responde: "Porque nos gusta demasiado. El placer es muy agradable, pero tiene una fastidiosa tendencia a lo excluyente: si te entregas a él con demasiada generosidad, es capaz de irte dejando sin nada con el pretexto de hacértelo pasar bien. Hay que saberse entregar al saboreo del presente, pero esto tampoco quiere decir que tengas que buscar hoy los placeres, sino que debes buscar todos los placeres de hoy”.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.