7 may 2008

Evo Morales: La hora de la guerra o de la renuncia

IAR Noticias

"La guerra -vale aclararlo- ya no es por la propiedad de los hidrocarburos y de las riquezas de Bolivia (que siguen en manos de las multinacionales), sino por la hegemonía del control del Estado. [...] Morales no está enfrentado a EEUU y al poder económico transnacional (que sigue controlando la estructura económico productiva de Bolivia), sino que está en guerra con el socio local del poder trasnacional (el establishment burgués-oligárquico secesionista) por el control del aparato del Estado boliviano."

Más allá de los resultados del referéndum por la autonomía, la oligarquía separatista de Santa Cruz, el distrito más rico de Bolivia, lanzó el domingo su mayor declaración de guerra al gobierno de Evo Morales, quien se mantuvo en la postura de declararlo "ilegal".

Cuantificar el resultado del referéndum (por cuanto ganó el SI) es irrelevante frente a la "oficialización" de la ruptura separatista que parte en dos a Bolivia, y que luego de Santa Cruz se seguirá proyectando en los referéndums a realizarse en Beni, Pando, Tarija y posiblemente Chuquisaca y Cochabamba hasta mediados de junio.

Pero, más allá de la parodia electoral, de hecho, Santa Cruz y otras cinco provincias controladas por la oligarquía secesionista siguen en pie de guerra desde que se levantaron contra la Constitución impulsada por el gobierno de Evo Morales y decretaron el "estado de resistencia civil movilizada".

Según los sectores combativos de la izquierda boliviana, el proceso de reformas económico sociales que lleva adelante en Bolivia el gobierno "reformista" (y dócil con las transnacionales) de Evo Morales ha llegado a un punto de inflexión precipitado por la radicalización de la derecha oligárquica que quiere cortarse sola con su propio gobierno en los departamentos "sublevados" de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija, Cochabamba y Chuquisaca.

Para la izquierda combativa boliviana, la guerra civil que de hecho ya funciona en Bolivia muestra por un lado los intereses contrapuestos de la oligarquía, "peona" de las transnacionales, y por el otro, la frustración de los mayoritarios sectores sociales empobrecidos aprisionados en el colchón "reformista" del gobierno de Evo Morales.

En la práctica, y como afirma la agencia boliviana Econoticias, en Bolivia hay dos gobiernos.


El Alto en marcha, en apoyo de Morales


Uno, el legal, del presidente indígena Evo Morales, tiene masivo apoyo campesino y el control del altiplano (La Paz, Oruro y Potosí). El Ejército y la Policía responden sólo formalmente a su mando, y una parte de los sindicatos y las clases medias lo apoyan, aunque sin mucho entusiasmo.

En los valles y llanuras del oriente y sur del país, gobierna de hecho la oligarquía latifundista y la burguesía financiera-comercial, que cuentan con la adhesión militante de una porción de las clases medias y la sumisión de sectores sindicales y organizaciones cívicas y populares.

Para los sectores combativos de Bolivia, Morales, que navega permanente entre la "guerra final contra la oligarquía" que piden los sectores más extremos de su movimiento, y la "paz para preservar la gobernabilidad" que exigen la embajada de EEUU y el poder trasnacional, parece haber llegado al final de cuerda.

La guerra -vale aclararlo- ya no es por la propiedad de los hidrocarburos y de las riquezas de Bolivia (que siguen en manos de las multinacionales), sino por la hegemonía del control del Estado.

Si bien Morales ha repetido hasta el cansancio que respetará la propiedad privada –inclusive los grandes latifundios "productivos"– y que garantizará seguridad jurídica para las transnacionales, con las cuales no ha roto, la oligarquía latifundista ya le declaró la guerra por el monopolio del poder del Estado.

Según Econoticias, la semana pasada, zafándose del control gubernamental, el XIV Congreso de la Central Obrera de Oruro, dominada por los mineros combativos, postuló la "vía revolucionaria" para superar el tibio reformismo del gobierno indígena de Evo Morales y para aplastar la rebelión de la oligarquía separatista del oriente.

“Los trabajadores no queremos ni los Estatutos autonómicos separatistas de la oligarquía ni la Constitución Política del (gobernante Movimiento al Socialismo) MAS”, proclamó el nuevo secretario ejecutivo de la Central Obrera, Jaime Solares, elegido por el cónclave laboral para "retomar la lucha revolucionaria del 2003, recuperar la línea de independencia sindical frente al gobierno indigenista e impulsar una lucha frontal contra la burguesía, las transnacionales y el imperialismo".


Claramente, hoy Morales, un reformista que aspira a la obtención del Premio Nobel de la Paz, navega entre tres corrientes: A) Los sectores combativos no asimilados a su gobierno que le piden una definición de la línea popular, B) Los sectores radicalizados del MAS (gobierno) que quieren ir al enfrentamiento con la oligarquía separatista, y C) La embajada de EEUU y el poder trasnacional que le exigen un arreglo "pacifico" con la oligarquía secesionista que preserve la "gobernabilidad" de Bolivia.

Y esto implica una primera definición: Morales no está enfrentado a EEUU y al poder económico transnacional (que sigue controlando la estructura económico productiva de Bolivia), sino que está en guerra con el socio local del poder trasnacional (el establishment burgués-oligárquico secesionista) por el control del aparato del Estado boliviano.

Con un agregado: esa guerra (entre el gerente, Morales, y los socios económicos del Imperio) es perjudicial para los intereses transnacionales ya que desacomoda la gobernabilidad y la "alternancia democrática" establecida por la estrategia del control norteamericano en la región.

Morales emergió como "opción electoral" en el 2005 dentro de un escenario dominado por el miedo a la "guerra civil" preparado por la propia embajada norteamericana y las cadenas mediáticas imperiales con la CNN a la cabeza.

Hoy se encuentra en la misma situación, pero no ya como aspirante presidencial sino como presidente de Bolivia, intentando quedar bien "con Dios y con el Diablo", manteniendo el discurso "revolucionario" y negociando el poder por debajo de la mesa.

Según Econoticias, el comercio exterior, la banca y los agronegocios, más vinculados al poder transnacional, postulan iniciar negociaciones con Morales, para legalizar el poder que ejerce ya de facto la oligarquía en el oriente y los valles, dejándolo gobernar solo en el altiplano hasta que se desgaste y sea reemplazado por Garcia Linera, el vicepresidente, que cuenta con luz verde de la embajada de EEUU.

Pero los sectores combativos del El Alto y las fracciones radicalizadas del MAS tienen otros tiempos y otros objetivos, y coinciden en una acción operativa inmediata para "tomar todo el poder en Bolivia".

El referéndum secesionista de Santa Cruz, y la euforia triunfalista de los sectores ricos del oriente profundizó la fractura y consolidó un escenario de inevitable enfrentamiento entre los sectores radicalizados del gobierno de Morales y las bandas armadas de la oligarquía separatista.

Según Econoticias, los secesionistas, con los universitarios y estudiantes de secundaria a la cabeza, han comenzado a organizar a más de 20 mil jóvenes para defender el referéndum autonómico y sus resultados que darán carta blanca para que 100 poderosos clanes familiares se mantengan como dueños de la economía, las tierras y la vida en el oriente boliviano.

En las últimas horas, los líderes separatistas, Costas y Marinkovic, rechazaron las gestiones de la OEA y de los gobiernos extranjeros para detener el referéndum autonómico, que en los hechos se convirtió este domingo en la peor derrota para el gobierno reformista de Evo Morales.

Para la mayoría de los observadores, la concreción del referéndum rupturista puso a Morales entre la espada y la pared, sus espacios de negociación con el poder se agotaron, y la presión de los extremos de ambas trincheras le van a forzar a un desenlace: O por la guerra o por la renuncia.


"La oligarquía boliviana -señala Econoticias- , que tiene un visceral y profundo odio contra los indios y contra los pobres, dejó hacer a Morales durante gran parte del 2006 para que hiciera lo que ella no podía hacer: desvirtuar las luchas populares por la nacionalización del gas y el petróleo, legalizar los contratos con todas las transnacionales que el pueblo quería expulsar del país y armar una Asamblea Constituyente entre los representantes del MAS y los de la oligarquía, sin la participación directa de las organizaciones que derrocaron a los ex presidentes neoliberales Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa".

"De ahí en más -continúa la agencia boliviana-, sacramentados los contratos petroleros, puestas a salvo y acrecentadas las millonarias ganancias de los pulpos transnacionales del gas y el petróleo, la oligarquía, con el apoyo y cobertura de la embajada de Estados Unidos, frenó, bloqueó y ganó las calles, enarbolando la bandera de la autonomía, fortaleciéndose con cada error de Morales, ganando fuerza con cada concesión de Morales".

La situación de "ingobernabilidad" en Bolivia, a su vez, es el más claro síntoma de que la estrategia "democrática-constitucional" con Morales (pensada para salir de la rebelión popular en 2005) está tocando su fin, y el presidente "indio" está tironeado y aprisionado entre los que quieren ir a un enfrentamiento con la oligarquía y los que proponen una negociación para retomar el control constitucional del gobierno del MAS.

Morales -según la información que emerge de su propio entorno- intenta mantenerse "prescindente" proponiendo vías de negociación que son sistemáticamente rechazadas por la oposición oligárquica que tiene a la partición de Bolivia como principal instrumento de presión.

En este escenario Bolivia se encuentra técnicamente en una situación de "ingobernabilidad" y al borde de la ruptura institucional, es decir, exactamente en las antípodas del objetivo buscado por la estrategia regional de EEUU y a contramano de los intereses del poder económico transnacional, que nuevamente -como en el 2005- ve sus negocios amenazados por la falta de "paz social".

Esa es la razón principal por la cual Evo Morales, en los próximos días, solo contará con dos opciones: Enfrentarse con la oligarquía separatista en una "guerra final" (presionado por los sectores radicalizados), o renunciar y delegar el poder en el vicepresidente Linera, la carta alternativa con que cuenta la embajada norteamericana.

Los expertos coinciden: La alternativa "negociadora" ya perdió protagonismo en Bolivia, y, como en junio de 2205, se avanza de nuevo hacia el desenlace de los extremos.

Lo que queda por ver, es como (ya sin Morales) la embajada de EEUU y el poder trasnacional van a apagar el fuego esta vez.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.