13 may 2008

Tabasco y la Guerra en Irak

Machetearte

Por el Taller de Economía Social y Políticas Públicas

Hace medio año que las históricas inundaciones en Tabasco, sembraron de carencias a su población, ahora la Comisión Económica para América Latina (CEPAL-ONU) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) han dado a conocer sus estimaciones del costo de éste y otros desastres en 2007. Para Tabasco las inundaciones pasadas representan $3.1 mil millones dólares y tasan esta cifra como la pérdida de un 30% del PIB estatal, lo que significaría que cada Tabasqueño debería destinar 30 pesos de cada 100 que tenga como ingreso para reparar las pérdidas derivadas de las inundaciones. Desde luego que este desembolso no se realiza íntegramente por los Tabasqueños que, en su mayoría, tienen muy bajos ingresos; por lo que el gobierno federal y la ayuda de otras naciones han apoyado la reconstrucción y reactivación económica del estado.

Tabasco es una de las entidades federativas más pobres del país. El ingreso promedio de un Tabasqueño es 20% menor que la de un Yucateco y 40% menor que el ingreso de un Queretano. Esta situación ha prevalecido en la historia reciente del país; el crecimiento económico de Tabasco es típicamente mucho más bajo que el de Yucatán y el de Querétaro. La fuerte presencia de Pemex en Tabasco no significa que esté acompañada de industrias locales, más bien la economía se basa en el sector terciario. Conjuntamente Pemex, comercio y servicios aportan dos de cada tres pesos de producción e ingreso del estado.

La situación se torna más trágica si observamos la concentración del ingreso en la entidad. En Tabasco la mitad del gasto de consumo lo efectúan una minoría (el 20% de las familias de mayores ingresos), desde luego la mayor parte de la población tienen presupuestos familiares sumamente reducidos y dedican cuatro de cada 10 pesos de sus ingresos a la adquisición de alimentos, por lo tanto no pueden desviar su ingreso a la restitución de su patrimonio que fue destruido por las inundaciones, a menos que reduzcan su ingesta alimenticia.

El señalamiento de CEPAL y CENAPRED es claro: la población marginada que fue la más afectada por las inundaciones tendrá, si acaso, un proceso lento de recuperación, aunque existe la posibilidad de que nunca llega a concretarse. Luego del desastre llegó ayuda que permitió atender las necesidades de la población y esto derivó en una breve reactivación económica, sobre todo del comercio y la construcción; pero esta ayuda se concluyó rápidamente. Para el gobierno local y Federal, la etapa de emergencia fue superada hace ya mucho tiempo, de hecho desde que en la Quinta Grijalva , sede del gobierno Estatal se dejo de suministrar la ayuda internacional.

El país ha enfrentado cada año una serie de eventos catastróficos entre 1990 y el año 2000 que representaron costos económicos de siete mil millones de dólares anuales, pero este costo va en aumento. Las más recientes catástrofes (2000-2007) han implicado costos anuales por 15 mil millones de dólares, es decir más del doble que lo que se gasto en promedio en la década pasada. Las inundaciones de Tabasco conllevaron pérdidas superiores a los sismos de 1985 y a los huracanes del 2005, Stan y Wilma que afectaron a siete estados del país. De hecho las inundaciones de Tabasco que se valuaron a un costo de 3.1 mil millones de dólares es una cifra muy superior al del huracán Dean que se estima a un costo de 829.6 millones de dólares sumando las pérdidas de Quintana Roo, Campeche, Veracruz, Hidalgo y Puebla.

Hemos presentado las cifras oficiales de los desastres de México de los últimos años y surge la pregunta de cómo ha sido la evolución en el nivel de vida de la población afectada ¿Las transferencias monetarias de los gobiernos estatal y federal han sido suficientes para resarcir las pérdidas? ¿Ha habido un impulso importante y sostenido de la economía a partir de la reconstrucción de las comunidades? La propia CEPAL, así como CENAPRED, han afirmado que difícilmente se mejoro la economía de los habitantes afectados a partir de la intervención de los gobiernos y toma casi un año regresar a los niveles previos a la catástrofe.

Ahora bien, en Estados Unidos se discute cuál es el uso que se da a los dineros públicos administrados por el gobierno. A cinco años del inicio de la guerra en Irak, los economistas Joseph Stiglitz y Linda Bilmes ofrecen, en forma independiente, cifras acerca del costo de esta guerra. El costo que tiene que sufragar diariamente Estados Unidos asociado a la intervención en Irak es de 500 millones de dólares diarios. Se estima que otros gobiernos del mundo destinan otros 500 millones de dólares diarios para completar los gastos de la invasión.

Se necesitarían apenas seis días de lo que gasta Estados Unidos en Irak para sufragar el costo de las inundaciones en Tabasco. Realmente seis días resulta una insignificancia frente a los 1,825 días que han transcurrido en los cinco años que llevan de invasión. Ahora, de los cinco estados que se vieron afectados por el huracán Dean el costo asciende a 830 millones de dólares que se podrían cubrir con un día y medio del presupuesto de la guerra de Irak.

El vínculo entre la invasión de Estados Unidos y la economía mexicana no es nada difuso. La actual recesión estadounidense agudiza los problemas económicos de México. En el caso del dinero del presupuesto de la Casa Blanca se utilizara para promover una guerra injusta como lo es la invasión a Irak, tendría mejores destinos si se pensará en la población, no sólo la de Tabasco por supuesto, desafortunadamente las catástrofes en el mundo no han faltado, las imágenes de los medios de comunicación no nos sacan del asombro cotidiano. Aún recordamos y tenemos presente, por las imágenes de la inundación de San Louis Missouri, esas imágenes de cuerpos flotando en el río, o el grandioso estadio del Domo fracturado y con miles de damnificados, que nos mostraron a todos que en Estados Unidos, pese a su economía opulenta existen cientos de miles de pobres. A los cuales las políticas públicas debieran atender mejorando su condición de vida.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.