17 jun 2008

14 de junio: La batalla que derrotó a los granaderos.

Profesor Miguel Linares

La mejor aportación que podemos hacer los maestros a los jóvenes, es contarles los hechos con verdad y conciencia. Es lo que haré al narrar cómo los maestros derrotamos el 14 de junio a las fuerzas represivas y conservamos nuestro movimiento de lucha.
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El 9 de junio, estaba en la toma de la Procuraduría General de Justicia del Estado. Mi secretario general, el profesor Germán Angulo, de Secundarias Técnicas de Puerto Escondido, me solicitó fuese orador en el mitin que se efectuaría frente a ese edificio. Ya en días anteriores con los compañeros del Colectivo de Los Trabajadores de la Educación, Cultura y el Arte (COLTECA) y la dirección del Partido Obrero Socialista, habíamos elaborado algunas propuestas para el movimiento. Esto permitió que mi intervención se centrara en la conformación de las brigadas de autodefensa y la preparación de una huelga o paro de carácter estatal, para preparar las condiciones de la huelga nacional. En el punto en que hice más énfasis fue en la organización de las brigadas de autodefensa ante los rumores de una intervención policíaca, mostrando cómo ejemplo los recientes acontecimientos represivos en Michoacán y Atenco, y la explicación de que, no por ser muchos maestros en lucha, lograríamos repelar alguna agresión si no estábamos bien organizados. Los días siguientes transcurrieron hasta llegar al… 14 de junio del 2006.
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La dirección sindical no previó la represión

Nos encontrábamos en nuestro campamento bajo los portales del Palacio de Gobierno (hoy Museo) compañeras y compañeros de la secundaria técnica 172 de Benito Juárez, y los de Apango, Pochutla. Escuchábamos Radio Plantón donde el Profr. Enrique Rueda Pacheco, secretario general de la sección 22 del magisterio oaxaqueño, daba indicaciones ante la probabilidad de una intervención policíaca y de lo que deberíamos de hacer (tomemos en cuenta que no se prepararon las brigadas de autodefensa). Estábamos en "alerta amarilla". Unos minutos antes de las 4 de la madrugada se escucha en las bocinas: "alerta roja, los granaderos nos están atacando". Se interrumpe la transmisión de Radio Plantón, todo queda en silencio por algunos segundos, después todos nos levantamos, recogimos nuestras cosas con rapidez y salimos de nuestros campamentos. Ya había un mar de compañeros que venían de las diferentes calles del Centro Histórico para concentrarse en la plaza principal. Otros corrían al edificio que ocupa nuestro sindicato; otros más, a las escuelas que ya se habían asignado para tal caso.
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Víctima de un "palo amigo"

En cuestión de segundos los granaderos estaban en la bocacalle del Palacio de Gobierno. Tome una butaca de madera que me sirvió como escudo, unas piedras y una lata de chile, y empecé a lanzar los proyectiles. Otros compañeros hacían lo mismo. Los policías nos lanzaban gases lacrimógenos, en la primera fila de granaderos venían tres, ante la lluvia de objetos que les lanzábamos dos retrocedieron y se quedó aislado uno. Como yo estaba ubicado en la esquina del Palacio, vi la oportunidad de lanzarme sobre él para tomarlo de rehén. Me abalancé, lo atrapé, forcejeé con él. Sacó un bote de gas y me lo roció en los ojos. Los compañeros se acercaron y dieron de palazos, y a mi me tocó uno ("fuego amigo"). Ante la confusión y la desorganización, todos nos echamos a correr sin rumbo.

Me dirigí al campamento central para que me atendieran la cortada que tenía en la cabeza. Me estaba atendiendo una doctora cuando ya estábamos rodeados por todos lados. Me acerqué a los compañeros que estaban abajo del kiosco y me lavé la cabeza con un poco de agua. Se empezó nuevamente la resistencia con los objetos que teníamos a la mano, nos fuimos de un lado para otro en la plaza central, desorganizados, cada quien buscaba protegerse como podía, escuchaba el llanto de los niños con sus mamás, el gas lacrimógeno nos asfixiaba, los ojos los teníamos hinchados, rojos, con lágrimas. Así pasaron los minutos, veía como los granaderos destruían todo a su paso y lo quemaban, otros granaderos rapiñaban las cosas de los campamentos.
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Se empezó a perder el miedo, el gas se empezó a hacer familiar a nuestro organismo, cuando nos lanzaban los gases, la indicación era mojar las sábanas o colchas y ponerlas sobre las granadas de gas o bien, levantarlas, teniendo la mano protegida, para regresar las granadas contra los policías.

Proyectiles desde helicópteros, como en Irak

Ya estaba amaneciendo y la resistencia se estaba organizando, se empezaban a ver los grupos de autodefensa que empezamos a resistir. Además de intentar recuperar la plaza, el corazón político de nuestro estado de Oaxaca, tomamos la calle de Bustamante. Los granaderos nos hicieron correr, les dimos la vuelta por la calle de Las Casas, empezamos a construir barricadas a la altura de la tienda Milano y la Farmacia del Ahorro, detrás del Palacio. Los granaderos nos siguieron lanzando gases, pero cada proyectil era regresado a los granaderos, les empezamos a lanzar todo lo que encontramos. Nosotros sólo estábamos armados con palos y gritábamos nuestras consignas: "ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó", para darnos ánimos. Las brigadas de autodefensa le gritábamos a los policías: "otra, otra, otra" refiriéndonos a los gases lacrimógenos, los granaderos intentaron lanzarnos a sus perros, pero al ver que algunos maestros blandieron sus machetes, tipo Atenco, desistieron. Hubo un momento de tregua cuando la televisora de TELERISA hizo acto de presencia y solicitó una entrevista que fue atendida por un maestro jubilado para que vieran que tanto jóvenes y maestros de avanzada edad estábamos en las barricadas. Cuando se alejaron del lugar los reporteros, armamos otra barricada, nos acercamos más a los granaderos, escuchábamos el ruido del helicóptero que lanzaba gases lacrimógenos y proyectiles que al tocar el suelo provocaban un fuerte estallido como si estuviéramos en Irak.
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Pasamos a la ofensiva

Algunos compañeros que tenían celulares, nos informaron de las acciones en otras barricadas, de la llegada de grupos de diferentes colonias que venían en nuestro refuerzo, de estudiantes que secuestraron autobuses para las barricadas. Se empezaron a preparar las primeras bombas molotov, teníamos informes constantes de los avances de la resistencia, de las capturas de policías, la quema de dos camionetas que trasportaron a los granaderos, etcétera. La victoria se estaba aproximando. Hasta nos dimos tiempo para que nos tomaran las fotos del recuerdo. Llevaba unas cuatro horas sin atender mi herida y mi camisa absorbía la sangre. Llegamos hasta el Centro de Salud, las doctoras que se encontraban nos invitaron a pasar, ahí estaba la compañera Rosario que participa en el FSODO por lo que sentimos confianza. Unos médicos me atendieron, solamente cinco puntadas, listo, salimos del lugar y nos trasladamos al frente de batalla. Al llegar, ya los policías emprendían la huida, iban con las colas entre las patas, la resistencia había vencido, recuperamos la plaza, recuperamos nuestra dignidad y orgullo, recuperamos nuestra historia de 26 años de lucha, recuperamos la confianza en que organizados y unidos venceremos.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.