8 jun 2008

Eres tontita pero así te quiero

Para Kaos en la Red

Lorena Aguilar Aguilar

De repente sentí su mano sobre mi rostro, el sonido de aquel golpe retumbó en mi oído, en ese momento no entendí que había pasado. Caminé, en mi mente aun había demasiada confusión, no tenía claro que había pasado, simplemente no lo podía creer.

Cuando me senté en la banca de aquel parque me di cuenta de lo que sucedió media hora atrás. Mientras encendía un cigarro pensaba porque me había pasado esto a mí.

En ese momento solo pensaba en lo estúpida que había sido; pensaba que si nadie lo notaba no tenia importancia, fue por eso que no hice nada cuando me había golpeado en el pecho o en los brazos. Las marcas que siempre dejaba en mis muñecas las podía justificar, tal vez suene estúpido pero en ese momento me preocupaba más lo que iba a decir si alguien me preguntaba que me había pasado en el rostro.

Esas eran las ideas que en ese momento pasaban por mi mente, el dolor en la mejilla empezaba a sentirse más fuerte, no se porque al momento no sentí dolor sino hasta una hora después, la cara me dolía cada vez más, sin embargo, no estaba segura que me dolía más la mejilla o el alma.

Eso pensaba mientras me tocaba la cara, recuerdo que podía sentir como palpitaba mi mejilla derecha. Le di el último sorbo a mi cigarro y mientras lo apagaba con la punta del pie me preguntaba cómo fue que me había pasado esto a mi, digo, es común que a una mujer del campo sin estudios, eso es lo que se ve… ¿pero a mi? Una mujer joven, universitaria, clase mediera… en el fondo yo sabía que esto iba a suceder, ¿entonces por qué nunca hice nada para evitarlo?

Había una frase que daba mil vueltas en mi cabeza, algo que siempre me repetía, una y otra vez, tanto que termine por creer: “ay amor eres tontita pero así te quiero”… no se porque deje que me convenciera de ello.

Así empezó, después vino: “Sin mi tu vida sería un desmadre”, “Cuando harás algo productivo, deja de perder el tiempo”, “¿No te das cuenta que haces puras pendejadas”… Aun no se cuando fue que yo empecé a creer cada una de estas palabras, a tomarlas como verdades.

Yo misma me convencí de “lo afortunada” que era por tenerlo a mi lado,al fin y al cabo no estaba sola, tenía un hombre a mi lado que me daba estabilidad económica, hoy me doy cuenta de que el precio fue demasiado alto.

Encendía un segundo cigarro mientras recordaba la primera vez que se atrevió a tocarme, ya ni recuerdo la razón por la que empezamos a discutir, solamente recuerdo como se le descompuso el rostro al momento que me gritaba, cuando intente acercarme para calmarlo me tomo de las muñecas y las apretó muy fuerte me sacudió y me aparto de él tan fuerte que me caí; inmediatamente sus palabras fueron: “lo siento amor pero me desespera que seas tan pendeja”…y yo: “lo siento prometo que no vuelvo a hacer”..

Las palabras se hicieron cada vez más fuertes, como aquella ocasión en el café: “...Por qué agarras el cigarro así, pareces una puta...” acto seguido yo lo apagué. Otro recuerdo vino a mi mente: una noche dentro su auto, la razón ya no parecía importante, lo que tenía muy presente es como me sacudía y por último hizo que me pegara contra la puerta… nuevamente lo mismo yo tenía que pedirle perdón para que se calmará.

En el fondo yo sabía que debía alejarme de él, pero me daba mucho miedo, sabía que me estaba haciendo demasiado daño, pero en ese momento me sentía totalmente incapaz de estar sola. Lo necesitaba, o más bien, creía que lo necesitaba. En ese momento sentía que no tenía voluntad propia, había puesto toda mi vida en manos de él y ahora estaba pagando las consecuencias.

Con el tercer cigarro vino nuevamente la preocupación inicial; volví a tocarme el rostro, ¿Qué diré cuando me pregunten? Me daba mucha vergüenza tener que admitir ante el mundo, pero sobre todo ante mi misma, que un hombre me golpeaba, me humillaba, me insultaba y me hacía sentir una basura cada vez que a él se le antojaba, y lo peor es que yo se lo permitía.

Además de vergüenza sentía mucha rabia y mucho odio, pero no contra él, sino contra mi misma. Me odiaba por haber consentido que él hiciera conmigo lo que se le dio la gana, por no haberme alejado antes, por haber llegado a este punto.

Me convertí en una muñeca de trapo, o al menos así me sentía, una muñeca sucia, fea, totalmente destrozada por dentro, sentía que en ese momento no tenía las fuerzas suficientes para levantarme de la banca de aquel parque.

Con el siguiente cigarro llegó la primera lágrima, una lágrima cargada de dolor, impotencia y frustración; me habían derrotado. El hombre al que yo amaba me había destrozado, en se momento creí que todo mi mundo se había terminado…

Hoy he mirado a atrás y me he dado cuenta que soy mucho fuerte de lo que nunca pude imaginar, he sido capaz de reconstruirme a mi misma a pesar de los golpes, los insultos, las humillaciones, logré juntar cada pedacito de mi y pegarlos uno a uno, hasta que nuevamente logre estar de pie y entera.

Se que hoy no soy la misma que hace dos años se dejo golpear y humillar por él, me gusta lo que soy, ya no me da vergüenza mirarme en un espejo, ya no siento rabia ni dolor, ahora solo quiero continuar soñando y que mis sueños se hagan realidad.

Una amiga me pregunto hace poco que ha sido de él, la verdad no lo se, no tengo idea de que hizo con su vida, no se si él se avergüenza o se arrepiente de lo que hizo, tampoco es algo que me importe, en este momento solo me importa vivir la vida con toda la pasión y las ganas que me son posibles.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.