4 jun 2008

Misterio: Cómo la riqueza origina pobreza en el mundo

La Haine-Michel Parenti

[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] ¿Por qué algunos se muestran escépticos ante la idea de que los gobernantes persigan despiadada, consciente y deliberadamente suprimir puestos de trabajo, reducir la protección del medio ambiente, eliminar el sector público y suprimir servicios sociales?

Existe un “misterio que debemos explicar: ¿Cómo las inversiones de las multinacionales, la ayuda y los préstamos internacionales a los países pobres han aumentado trágicamente la pobreza en todo el mundo durante la última mitad del siglo pasado? El número de personas que viven en la pobreza está creciendo a un ritmo más rápido que la población mundial. ¿Qué hacer ante esto?

Durante la última mitad del siglo pasado, las industrias y bancos estadounidenses (y otras empresas occidentales) han invertido grandes cantidades en las regiones pobres de Asia, África y Latinoamérica conocidas como “Tercer Mundo”. Las multinacionales se sienten atraídas por los recursos naturales, los altos beneficios derivados de los bajos salarios, y la casi absoluta ausencia de impuestos, de leyes medioambientales, de derechos de los trabajadores y de normas de seguridad en el trabajo.

El gobierno estadounidense ha subvencionado esta salida de capital garantizando a las corporaciones exenciones de impuestos en sus inversiones extranjeras, e incluso pagando algunos gastos derivados de su traslado, con gran indignación de los sindicatos del interior que ven como sus puestos de trabajo desaparecen.

Las multinacionales eliminan los negocios locales en el Tercer Mundo y se apoderan de sus mercados. Los cárteles de la industria agrícola, fuertemente subvencionados por los contribuyentes de Estados Unidos venden sus productos sobrantes por debajo del coste a los agricultores locales. Tal como describe Christopher Cook en su libro Diet for a Dead Planet, expropian las mejores tierras de esos países para utilizarlas en cultivos para la exportación- generalmente monocultivos de cosechas que exigen grandes cantidades de pesticidas-, y dejando cada vez menos superficie para los centenares de variedades de alimentos cultivados orgánicamente que sirven de sustento a las poblaciones locales.

Al desplazar de sus tierras a las poblaciones locales y robarles su autoabastecimiento, las corporaciones crean una mano de obra masificada de gentes desesperadas obligadas a desplazarse a los barrios de chabolas de las ciudades para trabajar por salarios de hambre (cuando encuentran trabajo), por lo general violando las leyes del país sobre salarios mínimos.

En Haití, por ejemplo, los obreros reciben 11 céntimos por hora de trabajo en empresas gigantes como Disney, Wal-Mart y J.C. Penny. Estados Unidos es uno de los pocos países que se ha negado a firmar la convención internacional para la abolición del trabajo de los niños y de los trabajos forzados. Esta postura es consecuencia de las prácticas de trabajo con niños de las grandes empresas estadounidenses en el Tercer Mundo y en el propio interior de Estados Unidos donde niños de 12 años sufren altos índices de accidentes y muerte, y se les paga habitualmente menos del salario mínimo.

El ahorro que las grandes empresas obtienen de la mano de obra barata en el extranjero no se refleja en precios más bajos para sus clientes en otros lugares. Las corporaciones no se llevan el trabajo a regiones alejadas para que los consumidores estadounidenses puedan ahorrar dinero: lo hacen par aumentar sus márgenes de beneficios. En 1990, los zapatos fabricados por niños indonesios que trabajaban 13 horas al día a 13 céntimos hora, costaban sólo 2,60 dólares pero se vendían por 100 o más dólares en Estados Unidos.

La ayuda al desarrollo estadounidense va de la mano con las inversiones de las multinacionales y subvenciona la construcción de las infraestructuras que necesitan las corporaciones en el Tercer Mundo: puertos, carreteras y refinerías.

La ayuda donada a los gobiernos del Tercer Mundo está sometida a férreas condiciones. Por lo general, debe gastarse en productos estadounidenses, y se exige al país receptor que establezca condiciones preferentes para las inversiones de las compañías de EEUU, dando prioridad al consumo exterior favoreciendo las importaciones sobre los productos y alimentos locales, lo que ocasiona mayor dependencia, más hambre y más deuda.

Una buena tajada de la ayuda monetaria nunca se hace pública, y va directamente a los bolsillos de funcionarios corruptos en los países receptores.

Otras ayudas llegan también de otras fuentes. En 1944, la ONU creaba el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La fuerza del voto en ambas organizaciones está condicionada por la contribución financiera de cada país. En su calidad de “donante máximo”, Estados Unidos dispone de la decisión suprema, seguida por Alemania, Japón, Francia y Gran Bretaña. El FMI actúa secretamente con un selecto grupo de banqueros y representantes de los ministerios de finanzas que provienen en su mayoría de los países ricos.

El Banco Mundial y el FMI se supone que existen para ayudar a los países en desarrollo pero lo que ocurre en realidad es otra historia. Un país pobre recibe préstamos del Banco Mundial para ciertos sectores de su economía. Si no es capaz de pagar los enormes intereses debido a la disminución de sus exportaciones o por cualquier otra razón, debe pedir prestado de nuevo, esta vez al IMF.

Pero el FMI impone entonces “un programa de ajustes estructurales” (SAP, en sus siglas inglesas), exigiendo de los países deudores garantizar la exención de impuestos a las multinacionales, la bajada de los salarios y la desprotección de las empresas locales frente a las importaciones extranjeras y a las compras de los foráneos.

Se les obliga a dejar que se talen sus bosques y se exploten sus minas, sin respeto a los daños ecológicos que ello ocasiona. Las naciones deudoras deben, asimismo, recortar las partidas para educación, salud, transportes y alimentos, gastar menos en sus pueblos para disponer de más dinero para el pago de sus deudas. Obligados a aumentar sus cosechas para la exportación, se vuelven cada vez más incapaces de alimentar a sus propias poblaciones.

Así es como en el Tercer Mundo los salarios reales han bajado, y la deuda nacional ha aumentado hasta el punto de que el pago de la misma absorbe casi la totalidad de los ingresos de las exportaciones en los países más pobres, lo que origina un mayor empobrecimiento al dejar al país deudor cada vez más incapaz de proporcionar lo que necesita su pueblo.

Esta es la explicación del “misterio”. Desde luego no es misterio alguno si uno se suma a la mistificación del trasvase de riqueza de los más pobres hacia los más ricos. ¿Por qué ha aumentado la pobreza mientras la ayuda, los préstamos y las inversiones internacionales se han incrementado? Respuesta: Los préstamos, las inversiones y demás clases de ayudas están dirigidas no a la lucha contra la pobreza sino a incrementar la riqueza de los inversores multinacionales en detrimento de las poblaciones locales.

No hay un chorrito de riqueza hacia abajo, sólo una succión del trabajo de muchos hacia unos pocos adinerados.

En su perpetua confusión, algunos liberales críticos, llegan a la conclusión de que la ayuda extranjera, y los ajustes estructurales del FMI y el Banco Mundial “no funcionan”; y señalan que el resultado final es una menor auto suficiencia y una mayor pobreza en los países receptores. ¿Por qué, entonces, los países ricos continúan financiando al FMI y al Banco Mundial? ¿Acaso sus dirigentes son menos inteligentes que los críticos que les han advertido de que sus políticas provocan el efecto contrario?

No, los estúpidos son sus críticos y no los líderes e inversores occidentales, dueños de gran parte del mundo, que disfrutan del éxito y de sus inmensas riquezas. Ellos siguen con sus ayudas y préstamos internacionales porque el programa funciona. La pregunta es: ¿Para quién funciona? Cui bono?[¿A quién beneficia?]

El propósito oculto tras sus inversiones, préstamos y programas de ayuda no es mejorar la situación de las masas en otros países, eso no es lo que les preocupa. Su objetivo es servir a los intereses de la acumulación mundial de capital; apoderarse de las tierras y economías locales de los pueblos del Tercer Mundo; monopolizar sus mercados; bajar sus salarios; esclavizar su fuerza de trabajo con enormes deudas; privatizar su sector público, e impedir que esos países emerjan como competidores comerciales al no permitirles un desarrollo normal. Y en estos aspectos, las inversiones, los préstamos extranjeros y los ajustes estructurales funcionan muy bien.

El auténtico misterio es: ¿Por qué algunos consideran este tipo de análisis improbable, una especie de imaginaciones “conspiratorias?”. ¿Por qué se muestran escépticos ante la idea de que los gobernantes estadounidenses persigan despiadada, consciente y deliberadamente, semejantes políticas: suprimir puestos de trabajo, reducir la protección del medio ambiente, eliminar el sector público, y suprimir servicios sociales en el Tercer Mundo? ¡Si esos dirigentes están llevando a cabo estas mismas políticas precisamente aquí, en nuestro propio país!

¿No es el momento de que los críticos liberales dejen de creer que las gentes dueñas de la mayor parte del mundo- y que aspiran a controlarlo en su totalidad- son “incompetentes” o “están equivocadas” o “son incapaces de ver las consecuencias no deseadas de sus políticas?”. No se es muy inteligente cuando se piensa que nuestros enemigos no son tan inteligentes como nosotros. Ellos saben cuáles son sus intereses y nosotros deberíamos saberlo también.


Entre los libros más recientes de Michael Parenti se encuentran The Assassination of Julius Caesar (New Press), Superpatriotism (City Lights) y The Culture of Struggle (Seven Stories Press). Para mayor información visiten : www.michaelparenti.org.
--------------------------------------------
Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.