24 jul 2008

Ser o no ser: ¿Chávez se derechiza o Uribe se izquierdiza?

Manuel Freytas -IAR Noticias

¿Chávez viró a la derecha?, se preguntaron estupefactos desde la izquierda y el "progresismo" regional.

Y hay una explicación que lo justifica: Chávez nunca estuvo en la "revolución", sino en el "pragmatismo".

La "revolución" le permitió conseguir poder político, consenso electoral e influencia regional e internacional.

Y el "pragmatismo" le permitió comprender que su poder se le fue diluyendo en el tiempo.

Cuando EEUU sustituyó a la estrategia "dura" de los militares de la "seguridad nacional" por la estrategia "blanda" de los políticos de la "democracia y la paz", en Washington ni siquiera se imaginaban el final de proceso.

Desde hace más de 20 años, en América Latina la democracia de mercado (el "poder blando") convive con la cadena de bases del Comando Sur cuya misión es preservar la hegemonía militar norteamericana en la región (el "poder duro").

Se trata de una estrategia de "dos caras" orientada a preservar el dominio geopolítico y militar del imperio norteamericano en su histórico Patio Trasero.

En este escenario, el Imperio fija sus reglas de control de gobiernos regionales (hoy "democráticos") en tres parámetros: gobernabilidad, estabilidad económica y "paz social".

De modo tal, y por vigencia de la nueva estrategia imperial, el "enemigo" en América Latina ya no es el "subversivo comunista" de la "Guerra Fría", sino el "terrorista desestabilizador" que atenta contra los principios establecidos de la gobernabilidad, la estabilidad económica y la "paz social".

Durante casi una década, la calificación de "enemigo" estuvo simbolizada en el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

El marketing imperial depositó en la figura de Chávez el peor de todos los símbolos del mal que acecha a la "democracia": La "desestabilización".

El Departamento de Estado presentó a Chávez en distintos matices de "desestabilización": "comunista", "dictador", "terrorista" aliado de las FARC, etc.

Como efecto inverso, a Chávez le benefició esta caracterización imperial de su figura: Ser el "enemigo número uno" de Washington le reportó caudal electoral e influencia notoria sobre la mayoría de la izquierda en América Latina.

Más virulencia ponía el Imperio para atacarlo, más crecía el centimetraje de Chávez en la prensa internacional y su discurso cobraba vuelo "revolucionario" de la mano de Cuba y de la izquierda regional.

Pero en esta dinámica se producían dos contradicciones notorias que nadie observaba:

1) Chávez ganó y conservó el poder por medio de elecciones democráticas, por lo tanto las imputaciones de Washington sobre su condición de "dictador" y "terrorista" eran falsas. En realidad, Chávez jamás "desestabilizó" a Venezuela ni exportó a través del discurso, "desestabilización" al resto de América Latina.

2) Chávez en ningún momento (pese a las medidas "nacionalizadoras" y algunas "expropiaciones" particulares) terminó con el sistema capitalista en Venezuela. Al contrario, y como está documentado, Wall Street y la prensa estadounidense siempre elogiaron las "oportunidades de negocios" y el crecimiento notable de la sociedad de consumo en Venezuela. Por otra parte, estadísticas numéricas oficiales acreditan que Venezuela es el principal socio comercial de EEUU en la región. De tal manera que, en la realidad, Chávez es un gobernante capitalista, y no un "revolucionario" como lo visualiza la izquierda.

El proceso siguió así hasta que llegaron Uribe y la escalada bélica Colombia-Venezuela con las FARC en el medio.

A Chávez el conflicto regional suscitado con Colombia tras el asesinato del segundo de las FARC, Raúl Reyes, lo encontró debilitado: Venía de perder su primera elección (el referendo reeleccionario) y Venezuela ya empezaba a padecer los primeros síntomas de inflación y desabastecimiento de alimentos.

Uribe, siempre representó para Chávez el caballito de batalla ideal para ganar influencia en la interna regional.

Cuando calificó al presidente colombiano de "cachorro del Imperio", Chávez sintetizó en Uribe la mejor imagen de Bush en la región.

Así como EEUU demonizó a Chávez como "terrorista y desestabilizador", el presidente venezolano demonizó a Uribe como el "servidor incondicional" de Washington.

Ambas tácticas, en las antípodas, cumplían con el mismo propósito: Galvanizar y atraer aliados.

En la práctica: Ni Chávez era "tan enemigo" de EEUU, ni Uribe (salvo el Plan Colombia) era el "mejor aliado" de EEUU, ya que -sin excepción- todos los gobiernos de la región se mantienen dentro del sistema y el programa capitalista exportado por Washington, y están estructurados sobre los pilares de la gobernabilidad, la estabilidad económica y la "paz social".

Pero este proceso (del "cachorro" y el "desestabiizador"), finalizó cuando Chávez y Uribe dieron por terminado el conflicto regional y se dieron la mano durante la cumbre del Grupo Río, elogiados calurosamente por Washington y sus socios de la Unión Europea.

Tras la recomposición de relaciones diplomáticas entre Caracas y Bogotá, algo "cambió" en la relación de Chávez con Uribe, y algo "se rompió" en la relación de Chávez con las FARC.

En la última cumbre entre ambos, Chávez resaltó los puntos de coincidencia con Uribe y lo trató de "hermano". El colombiano, por su parte le respondió con conceptos equivalentes.

En el medio de ambos, Washington se deshizo en elogios al "cambio de Chávez" y a las implicancias "positivas" que tendrían para la región la recomposición de relaciones Colombia-Venezuela.

Atrás, muy atrás, quedaron la "guerra asimétrica" y los insultos de Chávez contra el Imperio estadounidense, y su equivalente en las antípodas: Las acusaciones de "desestabilizador terrorista" proferidas por Washington contra Chávez.

Y lo más novedoso: Chávez comenzó a sustituir gradualmente la palabra "antiimperialismo" por la palabra "paz" en sus discursos.

Y la "paz" (la ausencia de guerra, aún en forma discursiva), casualmente, es uno de los requisitos básicos para que se cumplan los objetivos de máxima de la "gobernabilidad" y la "estabilidad económica" exigidas por Washington a los gobiernos de la región.

Pero faltaba aún lo más asombroso: Chávez pidió a las FARC que abandonaran la lucha armada, que devolvieran los rehenes y se integraran al proceso democrático.

“La guerra de guerrilla pasó a la historia y ustedes en las FARC deben saber una cosa: ustedes se han convertido en una excusa del imperio para amenazarnos a todos, son la excusa perfecta", señaló Chávez dejando a sus seguidores de izquierda sin aliento.

¿Chávez viró a la derecha?, se preguntaron estupefactos desde la izquierda y el "progresismo" regional.

Chávez, sin emitir registro del aluvión desatado, siguió con su rutina discursiva de "anteponer la paz" a cualquier otra consideración política sobre el Imperio y la región.

Su reciente abrazo con Uribe en Venezuela no hizo nada más que "institucionalizar" el cambio: Chávez ya no pelea tanto contra el Imperio, y sus energías están concentradas en la preservación de la "paz" y en la conservación del proceso constitucional en la región.

Chávez, sin aviso previo, pasó de sostener la bandera de la "revolución", a defender la bandera emblemática de la estrategia de dominio con el poder "blando": La democracia y la paz.

Y hay un hecho probado por las estadísticas sobre riqueza y pobreza: La democracia y la paz son los requisitos esenciales para que Washington y las trasnacionales capitalistas sigan depredando los recursos de América Latina sin huelgas ni rebeliones sociales en el horizonte.

¿Chávez se "derechizó" o Uribe se "izquierdizó"?

Ni lo uno ni lo otro: Uribe está donde siempre estuvo, y Chávez solo entró en un proceso de lógica coincidente entre el discurso y la práctica.

El "Chávez revolucionario" nunca "cerró" con la Venezuela capitalista convertida en el paraíso de los inversores y en la meca dorada de la sociedad de consumo latinoamericana.

Chávez no hizo otra cosa que otorgar "coherencia" a su discurso: Ahora sus palabras (salvo alguna que otra disgresión "antiimperialista") ya casi coinciden con los hechos.

Y hay una explicación que lo justifica: Chávez nunca estuvo en la "revolución", sino en el "pragmatismo".

La "revolución" le permitió conseguir poder político, consenso electoral e influencia regional e internacional.

Y el "pragmatismo" le permitió comprender que su poder se le fue diluyendo en el tiempo.

Y el tiempo de Chávez comenzó su conteo regresivo cuando perdió el referendo por su tercera reelección, en diciembre de 2007.

Lo demás, fue una sumatoria de batallas perdidas: El fracaso de la mediación con las FARC y la crisis económica en Venezuela, entre las más sobresalientes.

Sin la posibilidad de ser reelegido, sin "mística ganadora" y sin un heredero de confianza (el chavismo vive una guerra de lobos), el pragmatismo le indica a Chávez que tiene que recomponer relaciones políticas más cordiales con EEUU.

Ese es el objetivo de Chávez tanto como el de Cuba. Y es el principal dilema de las FARC que se han quedado solas en el camino de la lucha armada.

Esto implica que, además de preservar la "gobernabilidad" y la "estabilidad económica" Chávez debe convertirse en garante de la "paz social" sin exabruptos de "guerra verbal" con el Imperio ni matices militaristas de "guerra asimétrica".

Con sus aliados (Evo Morales, Cuba, Correa) en crisis y acorralados: Chávez decidió pensar en su propio futuro.

Venezuela, posiblemente (y a pesar de contar con el petróleo), se convierta en uno de los primeros países latinoamericanos en ser impactado de lleno por el proceso inflacionario-recesivo que se extiende desde Europa y EEUU hacia todo el planeta.

Una crisis económica enmarcada en la "guerra contra el Imperio", sería el "peor escenario" para Chávez, y la mejor legitimación de un golpe de Estado para derrocarlo.

Pragmatismo y supervivencia: La gran explicación para el "pacifismo" y la derechización ascendente de Chávez.
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Un revolucionario es, sobre todo, un humanista, alguien que apuesta al libre desarrollo de la personalidad, y que reconoce en la revolución el medio para construir las condiciones de la libertad.